No me interesa, ni soy quien profesionalmente para hacerlo con hondura, reflexionar sobre las causas de tales conductas y lo que en ellas se esconde de maldad, desviaciones sexuales, enfermedades mentales, derivas educativas, influencias familiares transgresoras. Pero si digo que los gobernantes ordenados en el seno de la Iglesia o los que de ellos tenían encomendado el gobierno del personal a sus órdenes, han conocido, callado, tolerado, disimulado esas conductas, con absoluto desprecio de las víctimas y de sus sufrimientos y perdidas de vida feliz. Ese es el fondo de este desgraciado modo de ocultar desmanes y de utilizar manipuladoramente a personas, niños o adultos, al servicio de su poder, pues no otra es la razón de semejante horror. Mantener una limpieza falsa, una confianza herida de muerte, una trasparecia espiritual y divina inexistente y blasfema, para seguir viviendo de los fieles y de su confianza y bienes.
La posición de los funcionarios del gobierno eclesiástico, papas, cardenales de curia y obispos al frente de territorios en los años que describe el informe español, el francés de hace un par de años y los que han llevado a la bancarrota a 16 diócesis norteamericanas muestra frente a las víctimas y a los fieles a quienes se dice que, como bautizados, participan en el hacer colectivo de su Iglesia un estado de agresividad que se ejerce contra los que sufren, o han sufrido los ataques de abusadores, violadores de menores y mayores con prevalimiento de su estatus. Agresividad que es el poder. Poder que es político, de estatus, pero también económico y de manejo y control de capitales.
Hay que exigir civilmente responsabilidades a las autoridades institucionales De la Iglesia católica española. Las tuvieron, las tienen, las tendrán. La moral del séptimo mandamiento exige la reparación del mal cometido, tolerado o encubierto. No puede aceptarse que las autoridades internas en la Iglesia han actuado por el bien común colectivo. Eso es un insulto a la razón y una befa al Evangelio de Jesús de Nazaret. Las ruedas de molino al cuello de quienes escandalicen a uno de los más pequeños son compartidas por quienes los han enviado de un lugar a otro permitiéndoles aumentar el número de sus víctimas.
Y de quienes han ordenado callar, bajo secreto pontificio, a los tales.
Masivamente hemos alejado a Dios de nuestras sociedades. Pero anda por aquí. “El cielo proclama la gloria de Dios …..el dia al dia le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra. Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los limites del universo su lenguaje”. Es el salmo 18. De Dios nadie se ríe impunemente. Ni los cardenales, obispos y papas. Lo poetizó el Dante.
Alberto Revuelta Lucerga es abogado24
Sea el primero en desahogarse, comentando