El grave deterioro de los acuíferos en Doñana no mejora y compromete la sostenibilidad del Parque Nacional

Laguna de Santa Olalla (Imagen de archivo)

El sistema hídrico muestra tendencias alarmantes en su estado piezométrico y químico, agravadas por la sobreexplotación y las altas temperaturas.

Jueves, 21 de noviembre de 2024. El último informe de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) sobre el estado de los acuíferos en Doñana, conocido este miércoles,  revela un preocupante deterioro en la salud del sistema hídrico de este espacio natural único. Tres de las cinco masas de agua subterránea (MASb) analizadas se encuentran en mal estado cuantitativo, y dos están en riesgo de no alcanzar el buen estado químico debido a la presencia de nitratos por encima de los límites permitidos.

La pluviometría del año hidrológico 2023/2024 fue un 9% inferior a la media histórica, con un total de 473 mm, marcando un año “normal” según los criterios establecidos. Sin embargo, la distribución desigual de las lluvias y el incremento sostenido de las temperaturas (1,6 °C por encima de la media) han profundizado la crisis hídrica en la región. Desde 2010, no se ha registrado un solo año húmedo en Doñana, lo que agrava aún más la situación.

El indicador piezométrico medio (Ie) del sistema acuífero es de 0,25, lo que lo sitúa en una situación de alerta, notablemente inferior al Ie de la pluviometría (0,42). Este dato pone de manifiesto que las extracciones subterráneas, especialmente en zonas críticas como Villamanrique y El Rocío, están comprometiendo la capacidad de recarga natural del sistema. En términos de tendencia, 14 de los 16 sectores muestran un descenso estadísticamente significativo en los niveles de agua, con zonas que ya han alcanzado mínimos históricos.

La calidad química de las aguas subterráneas es otro motivo de alarma. Las concentraciones de nitratos superan los límites en MASb como Almonte y La Rocina, donde se registraron valores extremos de hasta 250 mg/l, especialmente en áreas cercanas al arroyo de La Moriana y la finca La Teja. Estas cifras reflejan la contaminación persistente por actividades agrícolas y la necesidad de un control más riguroso.

El impacto de esta crisis afecta a las aguas subterráneas, y también a las emblemáticas lagunas peridunares del Parque Nacional. En el último año, la superficie inundada promedio fue de solo 17 hectáreas, un 53% menos que la mediana histórica, lo que pone en riesgo los ecosistemas que dependen de estas reservas. La laguna de Santa Olalla, una de las más significativas, quedó reducida a una capa de barro al final del verano, antes de ser parcialmente recuperada por las primeras lluvias otoñales.

Ante este panorama, la CHG ha reiterado la urgencia de implementar medidas correctivas. Entre ellas, destacan el cierre de captaciones ilegales, la sustitución de extracciones subterráneas por aguas superficiales, y el refuerzo de la vigilancia química y piezométrica. También se subraya la necesidad de una gobernanza más efectiva, con la creación de Comunidades de Usuarios de Masas de Agua Subterráneas (CUMAS) como interlocutores clave.

El horizonte para revertir esta situación está fijado en 2027, según el Plan Hidrológico del tercer ciclo. Sin embargo, expertos advierten que, sin una acción decidida y coordinada, el Parque Nacional de Doñana podría enfrentarse a un deterioro irreversible, afectando no solo a su biodiversidad, sino también a su viabilidad como patrimonio natural.


 


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