‘El fascismo, el abuelo y toda una vida de omertà’, por Julián Blaco

por Julián Blanco

 

Sábado, 11 de enero de 2025. Es bien sabido que hemos atravesado una guerra civil, la cual es, sin duda, la peor guerra que puede haber entre personas. Esta contienda se ha caracterizado por ser la guerra de vecinos contra vecinos, de hermanos contra hermanos. En esa guerra, los soldados se convierten en los actores que, en el último instante, aprietan el gatillo.

Esos soldados, que cumplían órdenes, tenían familias en sus pueblos. Posteriormente, continuaron viviendo entre los vecinos que habían dejado atrás. Aquellos vecinos acumulaban un profundo odio hacia esos soldados, pero no podían hacer nada al respecto. Lo que sí podían hacer era mantener ese rencor, que más tarde se trasladaría a todo el ámbito familiar de aquellos soldados.

Así, pasaron las décadas, con niñas que convivían con vecinos que las odiaban. Era el resultado de las matanzas entre unos vecinos y otros; en España, muchos fusilamientos tuvieron lugar tras la guerra civil. El fascismo siembra el odio entre vecinos, una animosidad que se perpetúa a lo largo de las décadas, enfocándose en los familiares directos de los soldados que, en el último instante, apretaron el gatillo.

Hoy en día, muchos jóvenes en España han olvidado de dónde venimos. El silencio que ha reinado en cada una de las familias para ocultar su oscuro pasado ha contribuido a este olvido. Entre olvidar y repetir solo hay un paso.

Los jóvenes actuales creen que la vida ha sido siempre igual a como la viven en estos momentos. La educación que han recibido sobre la historia se detiene prácticamente en los finales del siglo XIX. El desconocimiento de la historia reciente de España es un grave problema cultural, así como un desafío para la democracia en un país. Porque si olvidamos y repetimos, nos dirigiremos nuevamente hacia un freno que puede perjudicar la democracia y, con ello, el progreso de la vida cotidiana de todos los ciudadanos.

Hoy, todos los jóvenes solo piensan en los nuevos odios que están surgiendo en estos tiempos. Sin embargo, poseen un desconocimiento monumental sobre el odio generado durante una dictadura cruel y asesina, que enterró y fusiló a miles. Ese legado amplificó el odio entre vecinos, producto de los asesinatos cometidos tras el final de la guerra civil española. Miles de esos fusilados aún yacen en cunetas o parques públicos.

No hace falta explicar que el odio no conduce a ninguna parte, que solo genera más odio. El odio es lo opuesto al amor, y el amor es un motor de construcción. Toda la existencia en el planeta se basa en el amor. En cambio, la destrucción proviene del odio. Todos sabemos que el odio genera un estado de ansiedad interna que, en muchas ocasiones, nos lleva a la enfermedad. El odio no es positivo y, por ende, aquellos que generen odio hacia los demás nunca podrán ser considerados buenos.

El odio que emana de una dictadura, separando a unos de otros, solo trajo consigo pobreza, desgracia, migración hacia Europa e Iberoamérica. Y aquellos que se quedaron aquí, muchos de ellos, caminaron con la cabeza gacha, mientras que otros se beneficiaron de este contexto. Es fundamental recordar que el amor y la comprensión son caminos hacia la paz y la construcción de una sociedad más justa.

Julián Blanco, colaborador de La Mar de Onuba, es jardinero y fotógrafo, activista social y ecologista

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