
El PSOE exige la retirada inmediata del contenido institucional, lo califica de ofensivo y denuncia la falta de compromiso del gobierno local del PP con las políticas de igualdad.
Martes, 1 de abril de 2025. El Ayuntamiento de Huelva ha celebrado el Día Internacional de la Visibilidad Trans publicando una “píldora informativa” que explicaba el término “Trans*” como si se tratase de un acrónimo: “Travesti, Transgénero, Transexual”. Una confusión semántica de manual, impropia de una institución pública, que ha provocado la reacción inmediata del Grupo Municipal Socialista. El PSOE ha exigido la retirada de la publicación, una rectificación pública y disculpas formales de la alcaldesa Pilar Miranda, a quien responsabiliza de la “falta de sensibilidad institucional” hacia el colectivo LGTBIQ+.
En su denuncia, los socialistas recuerdan que “el término ‘travestismo’ alude a la práctica de vestir con ropa tradicionalmente asociada al género opuesto, sin implicar necesariamente una identidad de género distinta, mientras que las personas trans son aquellas cuya identidad de género no coincide con la asignada al nacer”. Alertan, además, de que “la confusión entre estos términos perpetúa estereotipos y contribuye a la desinformación sobre la diversidad de género”.
Lo que pudo haber sido una jornada institucional de visibilización respetuosa ha terminado convertida en un ejemplo de torpeza comunicativa y desinformación institucional. Porque, más allá de la voluntad declarativa, lo que las instituciones hacen —y cómo lo hacen— importa. Y no, travesti, transgénero y transexual no son sinónimos ni partes intercambiables de un mismo término paraguas, aunque algún técnico municipal haya decidido, con asterisco y todo, redefinir décadas de lucha terminológica con una plantilla de PowerPoint.
Pero el error, aunque burdo, no es casual. Para el PSOE, lo sucedido no puede desligarse del contexto político: la desaparición de la Concejalía de Igualdad tras el pacto del Partido Popular con Vox. “Este grave error denota la falta de interés del equipo de Gobierno con todas las políticas relacionadas con la igualdad”, señala el grupo municipal en un comunicado que también recuerda la responsabilidad del Ayuntamiento a la hora de emplear un lenguaje inclusivo, preciso y no estigmatizante.
Tras la denuncia, la imagen fue retirada y sustituida por otra en la que el término “travesti” ya no figura. Pero ni rastro de rectificación, ni disculpas públicas, ni una nota aclaratoria. Solo el silencio administrativo habitual y una edición exprés, como si la memoria digital no existiera y nadie fuese a notar la diferencia.
La publicación original, elaborada por la Comisión LGTBIQ+ municipal y difundida con el logotipo del Ayuntamiento, está firmada por la Concejalía de Servicios Sociales, Familia, Empleo, Vivienda, Desarrollo Económico y Fondos Europeos, un departamento que, como puede verse, cubre demasiados frentes como para permitirse una formación mínima en políticas públicas de diversidad. El Ayuntamiento quiso hablar de integración, pero terminó ofreciendo una definición de archivo para materiales escolares de los años noventa.
En un momento en que el discurso contra la diversidad gana terreno en las instituciones, errores como este no son solo lapsus: son síntomas. Y corregir el cartel no es suficiente cuando el problema es el modelo institucional que lo genera.
“Travesti”, “transgénero” y “transexual” no son sinónimos. Agruparlos como si fueran categorías intercambiables bajo el término “trans*” —como hizo el Ayuntamiento de Huelva en su publicación institucional— no solo es un error conceptual, sino una forma de desinformar desde una institución pública que debería cuidar especialmente el lenguaje que emplea.
En el ámbito hispanoamericano, especialmente en países como Argentina, Brasil o Perú, el término travesti ha sido reapropiado por muchas personas como una identidad política propia, diferenciada de la de mujer trans o de persona transexual. En esos contextos, travesti no es una ofensa, sino una afirmación: implica una trayectoria de lucha, exclusión estructural y resistencia histórica.
Pero en España, el uso de “travesti” tiene una carga cultural muy distinta. Ha estado tradicionalmente vinculado al mundo del espectáculo, a figuras mediáticas y a imaginarios estigmatizantes. Rara vez se utiliza como categoría identitaria, y jamás debería emplearse —mucho menos desde una institución pública— como parte de una supuesta definición del colectivo trans.
Al confundir identidades con prácticas, y al resumir décadas de construcción política en un cartel mal asesorado, el Ayuntamiento de Huelva no solo incurrió en un desliz técnico: reforzó la idea de que las personas trans son una caricatura, una performance, una confusión. Y eso sí estigmatiza.
Una rectificación no es solo quitar una palabra. Es comprender por qué nunca debió estar ahí.
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