He de reconocer que esto del lenguaje me fascina, esta pandemia ha sido muy rica a la hora de aportar términos nuevos: escalada, llegar al pico, doblar al pico, desescalada. En esta ocasión pareciera que entre los gestores de la pandemia existiera alguien con aficiones montañeras. Por no decir los términos bélicos empleados y que, por razones obvias, omito de forma consciente. Entre los términos bélicos y los montañeros, me quedo con estos últimos.
Cuando se iniciaba la pandemia era una cumbre a vista para escalar, se pretendía que fuera un first ascent, aunque fuera una arista, tal y como se fue demostrando al iniciar la cordada. No quedaba más remedio que buscar algún cazo que nos sirviera de amarre o bien poder colocar con solvencia los spits y los empotradores, aunque en algún momento hubiéramos de emplear la técnica del salto dinámico ayudándonos del piolet para amarrar el ascenso. Las condiciones de progreso fueron muy difíciles y el ambiente externo helador, por lo que los camprones se clavaban con fuerza en la pendiente helada para poder tener ese agarre que nos permitiera continuar la ascensión a toda la cordada.
Sabíamos que debíamos alcanzar el pico, pero las condiciones externas no era de lo más favorable y sabiendo que estaba por encima nuestra, no veíamos con nitidez su configuración exacta y, casi lo único, que se podía hacer era dar cuerda para que se pudiera seguir con seguridad al primero. Algunos miembros de la cordada no iban equipados de forma conveniente y retardaban la ascensión, pero no se les podía dejar atrás y hubo que esperarlos, aunque otros integrantes lo vieran con dificultad.
Tras muchos avatares y sinsabores, empezamos a vislumbrar la cima, ese fue el momento donde las insuficiencias, de algunos miembros de la cordada, se mostraron con toda su crudeza porque el ascenso se había puesto muy difícil y esos miembros se replanteaban todo el trayecto y pretendías reiniciar el ascenso con otro primero, más allá de pensar en dotarse del material pertinente y de la sensibilidad cualificada para realizar la ascensión. Su objetivo estaba claro: cambiar al primero, no fuera que se consiguiera el objetivo y entonces fuera difícil removerlo. Ahora bien, si se conseguía cambiar al primero, también se conseguiría la remoción del patrocinador de la expedición que, al fin y la postre, era lo que quería conseguir.
Ni la dificultad del terreno, ni que la cima estuviera precedida de una larga y peligrosa arista, ni la adversidad de las condiciones meteorológicas y ambientales fueron obstáculo suficiente para impedir o siquiera paralizar a la cordada, la cual continuaba su ascenso aunque el dolor de los dedos de las manos y los pies mostraban la heladora temperatura a la que estaban realizando la ascensión y que el informe meteorológico lo avisaba, pero no con tal intensidad.
Tras una penosa ascensión, al fin, llegamos a la cima, pero solamente conseguimos ver el mar de nubes. Habríamos de iniciar la desescalada para adentrarnos en esas nubes que solo nos permitirían ver lo más cercano. Por ello se nos avisó de asegurar el arnés y comprobar el funcionamiento de los mosquetones.
En este descenso habría que rapelar con maestría para lo que el primero debería soltar cuerda en la medida precisa para convertirse en un verdadero asegurador de toda la cordada. Hemos de reconocer que si los ascensos tienen dificultad, en no pocas ocasiones los descensos los pueden superar. En los descensos la confianza en el asegurador es fundamental, porque puede pasar que nos pierda un exceso de confianza y se pretenda acelerar el proceso y haya un despeñamiento que, en su caída, arrastre tras de sí a una parte de la cordada. A veces, para evitar el arrastre de toda la cordada, en algún nivel alguno podría abrir el mosquetón y preservar a una parte de la cordada, pero esa decisión es muy comprometida y peligrosa también, aunque lo sea en otro sentido y adquiera otra dimensión.
Hemos de ser precavidos, porque el exceso de confianza en el descenso, al ver el campamento base, podría rebajar las condiciones de concentración lo que nos haría perder precisión y poder precipitar la caída. En no pocas ocasiones, el descenso no se hace directo, sino que se realiza haciendo zig-zag para evitar lesiones y fortalecer nuestras articulaciones. Los osados o los desconfiados o los ignorantes o los listillos suelen poner en cuestión esta técnica que, aparentemente, resulta ser más lenta y con más longitud.
Estamos en pleno mar de nubes. La visibilidad se encuentra restringida y el peligro del descenso se vuelve seductor para atraernos a una bajada directa, rápida, pero… no es tan segura, similar a lo que acontece en las películas de serie B, surge un “líder” antagonista que intenta convencer para seguir con el camino recto, estos líderes por antagonismo lo hacen con tan malas mañas como Jack lo realiza en Lord of the flies de William Golding. En ocasiones las consecuencias siguen los pasos de la citada obra y cuando se quieren dar cuenta, entonces, ya no es el tiempo.
P.D. Les sugiero un juego. Voy a poner una serie de hechos y de personas y vds, amables lectores, van a situarlos allí donde crean que se corresponde para vds. mismos en el artículo. Fernando Simón, Salvador Illa, Pedro Sánchez, Pablo Casado, Abascal, Gabriel Rufián, Inés Arrimadas, Aitor Esteban; covid-19; pandemia; fase aguda; fase álgida; recortes en sanidad; causas; efectos; consecuencias; fase de reconstrucción; conocimientos; vacuna; tratamiento específico; colaboración; falta de solidaridad; investigación; clínica; complicaciones; recaídas; inmunidad; test; anticuerpos. Que se diviertan.
José Luis Pedreira Massa, Don Galimatías en La Mar de Onuba, es Vocal del Consejo Asesor de Sanidad y Servicios Sociales del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Psiquiatra y psicoterapeuta de infancia y adolescencia. Prof. de Psicopatología, Grado de Criminología (UNED).
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