De la listeria a la histeria

José Luis Pedreira Massa

En la primavera del año 1981 ocurrió en España la más grave afección vehiculada por la alimentación: el denominado como síndrome tóxico, que fue una intoxicación masiva por el consumo de aceite de colza no depurado y que hizo correr ríos de tinta con centenas de muertes y millares de afectados. Ese desgraciado acontecimiento, que viví profesionalmente en primera línea, promovió poner en marcha un plan de vigilancia alimentaria bastante razonable y exitoso, desde el marco que le corresponde: la salud pública, tanto en su versión inspectora como de control aleatorio, determinación de riesgos, comunicación de las alertas detectadas y, en su caso, sancionador hacia los manipuladores alimentarios a lo largo de toda la cadena.

En este asunto existen tres niveles de análisis para no caer en simplismos o generalidades: un primer nivel se corresponde con la infección por la Listeria Monocytogenes y su devenir clínico; el segundo se corresponde con las acciones recomendables y necesarias desde la perspectiva de la salud pública y, por fin, las responsabilidades políticas de todo este acontecimiento.

La perspectiva clínica con evidencia científica

En términos generales la listeriosis es una afección que no tiene una gravedad excesiva, salvo que acontezcan una serie de factores de riesgo que no son propios de la listeriosis, sino de las condiciones generales de los pacientes, por lo que es muy importante cómo se realiza la información sobre este proceso para no causar alarma o temor innecesario en la población en su conjunto. Se debe ser precavido, pero no estar permanentemente alarmado.

En la publicación Eurosurveillance (ISSN 1560-7917) publicada por el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC, Stockolm) en 2019, habiendo sido remitido por sus autores en mayo de 2018 y aceptado para su publicación en septiembre de 2018, el equipo de Zaida Herrador y cols del Centro Nacional de Medicina Tropical del Instituto de Salud Carlos III, publican un interesantísimo estudio de seguimiento longitudinal: “Listeriosis in Spain based on hospitalisation records, 1997-2015: Need for greater awareness”. Es cierto que una limitación del estudio consiste en realizarlo sobre los datos de los ingresos, es decir solo se incluye una mínima parte de los casos de listeriosis, pero son los de mayor gravedad. La incidencia (casos nuevos) de los casos de listeriosis que precisaron ingreso hospitalario se incrementó en la década de los ochenta, luego declinó en la década de los noventa y se estabiliza al alta desde el año 2000, cuyo incremento es más patente desde el año 2008. Este incremento se relaciona con el incremento de la expectativa de vida de la población, sobre todo de pacientes inmunodeprimidos, pero también por los cambios acontecidos en la producción, almacenaje y distribución de los alimentos.

Desde 1997 hasta 2015 ingresaron 5.696 casos, en el grupo de edad de mayores de 65 años la listeriosis se ha multiplicado por 6-7 veces, mientras que en el resto de tramos de edad ha permanecido bastante constante el número de casos que han precisado ingreso. Resultó más frecuente el ingreso en hombres que en mujeres, salvo en el rango de edad 25-44 años que ingresan más las mujeres, por el peso que tiene el ingreso en mujeres embarazadas.

Por comunidades autónomas, donde más se ingresó fue en Cataluña, Euzkadi, Rioja y Cantabria y donde menos se ingresó fue en la Comunidad Valenciana, Murcia y las Islas Canarias. La diferencia entre comunidades podría deberse a la interacción de varios factores que deberían investigarse más detenidamente, como los diferentes hábitos alimenticios, diferente regulación del consumo de alimentos, las diferencias d edad de la población, diferencia en las medidas de educación sanitaria y de prevención y/o el diferente criterio y sensibilidad de los profesionales para el diagnóstico de la listeriosis.

En cuanto a la listeriosis neonatal se incrementaron los ingresos desde 1998 hasta 2015 en unas 5-6 veces, pero desde 2015 hasta 2017 disminuyeron lo ingresos en este grupo de pacientes, la media de ingresos neonatales fue de 2,75 por 100.000 nacidos vivos y su mortalidad es mucho menor al resto de las edades de forma estadísticamente significativa.

Además del grupo de edad mayor de 65 años y de las mujeres embarazadas, los grupos que más ingresaron eran aquellos pacientes con afecciones intercurrentes sobre todo con inmunodepresión como pacientes con tumores y pacientes con afecciones crónicas, entre los que destacan los pacientes con diabetes mellitus.

La mortalidad entre la población hospitalizada por listeriosis alcanza el 17%, pero esta tasa es la media que se consigue porque el mayor riesgo acontece en los pacientes mayores de 65 años y con afecciones intercurrentes, sobre todo tipo meningoencefalitis o septicemia. El grupo con mortalidad más elevada corresponde a los pacientes con tumores malignos o pacientes hospitalizados por enfermedades crónicas y/o diabetes mellitus porque tienen disminuida la capacidad de la respuesta de la inmunidad celular, lo que puede originar complicaciones tipo meningoencefalitis con más facilidad que en otro tipo de pacientes.

La perspectiva de la salud pública

Es importante señalar la cadena epidemiológica de este proceso: Reservorio, parece ser que era la máquina mechadora que no había sido controlada de forma adecuada por la industria con criterios de calidad; la población susceptible fue el conjunto de la población que tuvo acceso a esos alimentos contaminados y los ingirió. Por fin, el mecanismo de transmisión fue el propio vehículo de la infección, es decir la carne o embutido infectado en la cadena de producción. Cuanto antes se rompa la cadena epidemiológica, antes se establece el control del proceso, en esa ruptura existe un perfil profesional (el médico que diagnostica y que notifica al sistema de registro) y un perfil político-administrativo, con dos perspectivas: control y paralización de la distribución y, en segundo lugar, la información pública con claridad, veracidad y sinceridad.

En España las afecciones producidas por la Listeria Monocytogenes son enfermedades de notificación obligatoria.

El trabajo anteriormente citado de Hedrrador y cols se refiere a los casos más graves de listeriosis, pero la gran mayoría de los casos son afecciones leves y cursan sin apenas complicaciones. No obstante, según los autores citados, la listeriosis es un problema de salud pública en España que precisaría realizar actividades preventivas de forma prioritaria, así como mejorar los sistemas de registro de cara a los grupos de riesgo. De forma paralela se debe extremarse el control de los alimentos industriales y precocinados. Estos autores ya recomiendan que es preciso mejorar la relación y trabajo conjunto entre los profesionales de los servicios de salud pública y los organismos reguladores de los alimentos.

Como confirmación de lo expresado por estos autores españoles del ISCIII, John Ashton en Journal of the Royal Society of Medicine de fecha 22 de agosto publica un artículo sobre las infecciones causadas por contaminación alimentaria por listeria y estreptococos, señalando que estas contaminaciones representan una prueba para el funcionamiento real del sistema de salud pública en su conjunto, desde la planificación de los servicios al funcionamiento asistencial y de evaluación de la relación entre los diferentes servicios que lo constituyen. El National Health Service inglés realizó dos movimientos de organización a raíz de un episodio acontecido a final de los años ochenta, entonces decidió centralizar el sistema de vigilancia de salud pública, pero no impidió que en el año 2013 aconteciera un episodio más grave de contaminación alimenticia lo que determinó que alejarse del marco territorial había empeorado la posibilidad de intervención y, sobre todo, de comunicación, así que volvieron a reorganizar el sistema: los General Practicioner, la asistencia hospitalaria y el marco de salud pública se organizó para el conjunto de las intervenciones de salud pública (alimentación salud sexual, vacunaciones, contaminación ambiental) en el campo educativo y de control desde el marco territorial y con intercomunicaciones continuadas. Seis años después de esa modificación ha existido otro episodio, pero se ha conseguido limitar de forma más rápida, por ello el autor concluye que la toxinfección alimentaria por listeria resulta un buen baremo de evaluación de los programas de salud pública comunitaria.

Por ejemplo, es importante actuar sobre los grupos de riesgo de forma prioritaria, pues bien, en España durante la gestación no está sistematizado el screening de listeriosis a las mujeres embarazadas, desde la perspectiva preventiva Herrador y cols. sugieren incluir estos screening de forma sistemática, así como realizar recomendaciones dietéticas específicas en la prevención de la transmisión de la listeria.

El último tema a reseñar en este campo es la contaminación cruzada, que ha tenido mucho debate desde que lo planteó la Ministra de Sanidad. La contaminación cruzada significa trasmisión de un alimento a otro por utilizar un instrumento de cocina contaminado, y que luego transcurra un tiempo necesario para que el alimento haga de medio de cultivo y se multiplique la bacteria de forma suficiente, lo que se consigue con bastante rapidez, como para trasmitir la infección. Pues hubo profesionales que lo negaron, pero los nutricionistas han explicado de forma suficiente y consistente que esta transmisión cruzada existe y es posible que acontezca.

La perspectiva de la responsabilidad

No vamos a ser ingénuos, la verdadera responsabilidad recae en la industria alimentaria y envasadora, que debiera incluir metodología de calidad para todo el proceso de elaboración de sus productos. En segundo lugar, en este caso hay que considerar el ocultamiento realizado por la empresa de una marca blanca sin rotular el envase de forma adecuada, por lo que se incrementan los riesgos de la cadena de transmisión.

El segundo nivel de responsabilidad se sitúa en la Administración Sanitaria de la Comunidad Autónoma, ya que representa la autoridad sanitaria de esa autonomía. La sanidad se encuentra transferida en todos los aspectos de planificación, organización, programación, salud pública, prevención y asistencia sanitaria. Por lo tanto no hay excusa, desde la Consejería de Sanidad se deben establecer las políticas normativas y controles oportunos y necesarios para el desarrollo de los programas de Salud Pública, incluidos los controles de las normas de envasado, etiquetado y distribución de los alimentos. En estas funciones se incluyen el control y requerimiento de los resultados que obtienen las inspecciones municipales y si se han omitido debe reclamar y requerir a los organismos pertinentes su cumplimiento. Por esta razón la administración sanitaria andaluza está interpelada en primera persona.

En ese control también se incluye la labor de información a la población, en este caso hubo un clamoroso silencio durante una serie de días y luego una justificación de la empresa con frases que minimizaban su responsabilidad, Esta doble actitud no es de recibo y, por lo tanto, es manifestación de una irresponsabilidad por parte del Consejero de Sanidad de primera magnitud que traduce una gran incompetencia o, lo que es peor, desidia en las funciones de responsable y autoridad sanitaria o connivencia con la mentira y ocultación por parte de la empresa, que es el reservorio de todo el proceso.

El tercer nivel de responsabilidad se corresponde con el laboratorio Municipal y a su obligación legal y normativa en relación al control de los alimentos, realizando las evaluaciones discrecionales que la normativa contempla. Esos resultados se comunican a la Consejería de Sanidad, luego si no existe esa comunicación es obligación y responsabilidad de la Consejería de Sanidad requerir el cumplimiento al nivel municipal.

Por fin se encuentra el Ministerio de Sanidad y Consumo, su labor es de coordinación de las labores y de comunicación general, puesto que las Comunidades Autónomas poseen las competencias de sanidad y consumo. El Ministerio recabó la información a la Consejería de Sanidad, puso en circulación el protocolo de listeriosis estatal elaborado por el Instituto de Salud Carlos III, aportó la información ajustada a la evidencia científica en orden a la clínica, la epidemiología y a la transmisión cruzada y, por fin, ante la evolución de la situación ha convocado a las Comunidades Autónomas para analizar la situación y coordinar la labor. Impecable actuación y en el orden de sus competencias, con el respeto absoluto al marco competencial y estatutario.

La labor informativa en temas sanitarios suele teñirse de tintes alarmistas y con verdades a medias y medias verdades. No se debiera informar sin contrastación científico-técnica, esa es una responsabilidad de los medios de comunicación. También es informar con justeza y sin alarmismo, can datos contrastables y no actuar como zascandiles con dimes y diretes. Es fundamental resaltar lo relevante: ¿qué es más fundamental informar sobre las muertes o la cantidad de casos que lo superan, que son el 95-98,3%?¿qué es más relevante informar sobre los casos o trasmitir la prevención del proceso? Basten estas dos cuestiones para tener datos para reflexionar, aplicando la experiencia referida al inicio de este artículo sobre el síndrome Tóxico y que evaluó el impacto de los medios de comunicación en aquel proyecto y que tuve el placer de coordinar en su momento.

Lo que no es de recibo es que el Presidente de la Comunidad Andaluza esté desaparecido y en los toros, el Consejero de Sanidad diga que no sabe y el Gerente del SAS se vaya a los toros. No quiero opinar sobre la ética y la responsabilidad, pero sí decir que estéticamente es muy feo.

Lo que no podemos hacer es cambiar una letra, una sola letra y transformar la listeria en histeria…


José Luis Pedreira Massa, Don Galimatías en La Mar de Onuba, es Vocal del Consejo Asesor de Sanidad y Servicios Sociales del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Psiquiatra y psicoterapeuta de infancia y adolescencia. Prof. de Psicopatología, Grado de Criminología (UNED).

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