COP25: entre la frustración y la resignación

UNclimatechange / Flikr, CC BY-NC-SA
por Mar Campins

El domingo 15 de diciembre a las dos de la tarde se clausuró en Madrid la Cumbre sobre Cambio Climático, conocida como la COP 25. Se trata de un proceso de negociación a diversos niveles que ha reunido a los órganos principales y subsidiarios de tres instrumentos convencionales elaborados en el seno de Naciones Unidas:

  • La Convención Marco sobre el Cambio Climático de 1992. Confiere el marco internacional al conjunto del régimen del cambio climático.
  • El Protocolo de Kioto de 1997. El texto más ambicioso y que mayor frustración ha generado en cuanto a sus resultados.
  • El Acuerdo de París de 2015. Un tratado que introdujo en su momento altas dosis de flexibilidad conforme al mínimo común denominador que los Estados Partes estaban dispuestos a aceptar y que ya avisaba de la dificultad de las negociaciones futuras.

La cumbre venía marcada por la preocupación que suscita la brecha entre el efecto agregado de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero de los Estados miembro para 2020 y los compromisos asumidos en París para mantener el aumento de la temperatura media global en los 2 °C por encima de los niveles preindustriales.

Expectativas y realidad

Inicialmente, se esperaba que la Cumbre sirviera para anunciar nuevos compromisos climáticos o contribuciones financieras importantes para empezar a implementar el Acuerdo de 2015. Una expectativa que se fue atenuando con el paso de los días.

El foco se desplazó entonces desde los temas más substantivos hacia los aspectos más técnicos en torno a los instrumentos recogidos en el Acuerdo de París. Especialmente aquellos relativos a los mecanismos del mercado de emisiones, los enfoques no vinculados con este mercado, la revisión del denominado Mecanismo Internacional de Varsovia para pérdidas y daños asociados con los impactos del cambio climático y los fondos de financiación.

Probablemente, es aún pronto para valorar los resultados globales de la COP25. Por una parte, se han adoptado una serie de decisiones sobre asuntos técnicos que, en principio, deben preparar el camino para aumentar la reducción de emisiones en 2020. Pero los grandes emisores también han evidenciado claramente su reticencia a indicar y, desde luego, a adoptar un compromiso firme con respecto a sus políticas climáticas futuras.

El texto finalmente adoptado por la COP 25 no hace referencia a la “actualización” o la “mejora” de las denominadas Contribuciones Nacionales Determinadas (las reducciones de emisiones y las acciones de adaptación que los Estados miembro se comprometen a llevar a cabo). Se ha limitado a “invitarlos” a “comunicar” en 2020 sus planes a medio y largo plazo.

Más allá de inventariar los progresos realizados hasta ahora, no se ha incrementado el alcance de los compromisos subscritos por los Estados miembro antes de 2020, ni concretar las acciones para el período posterior.

Tampoco se ha adoptado una decisión clara en torno a los instrumentos relativos a los enfoques cooperativos (comercio de emisiones de carbono y el Mecanismo de Desarrollo Sostenible) bajo el paraguas del Acuerdo de París.

El tema se ha pospuesto a la Cumbre que se celebrará en Glasgow el próximo año. Esta ya había sido una de las cuestiones más complejas en el desarrollo del Protocolo de Kioto. La articulación de un sistema de mercado de emisiones a nivel mundial exigió nueve largos años de negociaciones.

Siguen también pendientes los temas relativos a la financiación de las acciones de adaptación. En particular, de cómo se articulan las contribuciones de los países desarrollados al Fondo para el Medio Ambiente Mundial y al Fondo Verde para el Clima.

Asimismo, la COP 25 establece un nuevo mandato del Mecanismo Internacional de Varsovia, pero no aborda los aspectos de la gobernanza climática. Los grandes emisores siguen sin brindar el apoyo necesario a los países más vulnerables a las consecuencias del cambio climático, especialmente a los de la Alianza de los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo y los Países Menos Adelantados.

Resultados aceptables, pero insuficientes

Finalmente, una serie de decisiones políticas bajo la denominación de Chile Madrid Time for Action toman nota de estos déficits en el resultado de la COP 25. Además, reconocen la exigencia de la sociedad civil de una mayor ambición en 2020, el papel que la ciencia tiene en la gestión del cambio climático, la necesidad de una transición energética justa y la importancia de los océanos como parte integral del sistema climático de la Tierra, entre otras cuestiones.

En definitiva, el resultado de la cumbre resulta aceptable para los Estados miembro. Sin embargo, es insuficiente para abordar las transformaciones que requiere el inevitable proceso de descarbonización del modelo económico mundial, insatisfactorio para hacer frente a los impactos del cambio climático en la seguridad humana y ecológica, además de injusto con la población de los países más vulnerables a las consecuencias cambio climático y a los riesgos geopolíticos que conlleva.

La emergencia climática, que hoy abre los titulares de todos los medios de comunicación, ya era tal en 1992. El problema es que se acomoda mal al ritmo de unas negociaciones internacionales que no progresan a la velocidad que requiere la apremiante situación en la que se encuentra el planeta. Sobre ello ha venido advirtiendo el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático en sus informes desde 1990.


Mar Campins. Doctora por la Universidad de Barcelona y Catedrática de Derecho Internacional Público del Departamento de Derecho Penal y Criminología y Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de Barcelona. Titular de la Cátedra Jean Monnet de Derecho Ambiental de la Unión Europea (2017-2020).

Artículo publicado por cortesía editorial de


Sin respuestas a la emergencia climática, el nuevo de las COP:

En un primer análisis, las organizaciones que defienden el medio ambiente se quejaron de que el texto tiene poca ambición y responsabilizan a la Presidencia [chilena] por debilitar el texto final.

Según estas organizaciones, los países del G20, especialmente EE. UU., Brasil, Australia y Arabia Saudita, junto a las principales compañías de petróleo, gas y carbón, bloquearon el progreso para conseguir una mejor respuesta de la Cumbre a este desafío global.

Carolina Schmidt, presidenta chilena de la COP25.

Canadá, Japón, China e India también fueron criticados por no apoyar a las naciones vulnerables frente a los impactos brutales del cambio climático y presionar para aplazar una respuesta colectiva más sólida a la cumbre de 2020.

La UE trató de desempeñar un papel positivo de puentes entre los países en desarrollo y países desarrollados, pero no contó con el impulso diplomático necesario y necesitará mayor liderazgo para lograr resultados sustanciales en la COP26 en Glasgow.

Greenpeace considera inadmisible el resultado final de la COP25

Greenpeace ha resaltado en el análisis de los resultados de la Cumbre que «la fuerte y silenciosa presión ejercida por los lobbies de los combustibles fósiles y de corporaciones, que solo defienden sus propios intereses, han socavado los avances de la COP25 de Madrid. De nuevo, el miedo a que sus lucrativos negocios se vieran afectados ha hecho que ejercieran toda su influencia para evitar un acuerdo multilateral que abordara de forma decidida la emergencia climática».

Durante la COP25, sostiene Greenepace, «se ha cerrado literalmente la puerta a la ciencia y a las exigencias de la sociedad civil que pedían acordar soluciones urgentes y ambiciosas a la emergencia climática. En cambio, los políticos se pelearon por el modelo de tráfico de emisiones del ‘Artículo 6’, que amenaza los derechos de los pueblos indígenas y pone un precio el medioambiente. Durante las negociaciones los equipos políticos enviados por los países no han mostrado ninguna o poca intención de alcanzar compromisos para reducir las emisiones a la velocidad e intensidad que, según la información científica, se necesita para limitar el calentamiento global a 1,5 ºC».

Jennifer Morgan en la COP25 Madrid
Jennifer Morgan en la COP25 en Madrid
La directora de Greenpeace Internacional, Jennifer Morgan, ha declarado:

“Los Gobiernos deben replantearse totalmente cómo han actuado, porque el final de esta COP es totalmente inaceptable.

Se preveía que esta COP fuera técnica, pero finalmente ha sido más bien política y hemos visto cómo operan los grupos de presión de los sectores más contaminantes que torpedean las negociaciones, así como la profunda desconfianza de la juventud hacia la clase política. Necesitábamos una decisión que respondiera a la juventud, tuviera a la ciencia como su luz de guía, reconociera la urgencia y declarara una emergencia climática. En vez de eso, bloqueadores climáticos como Brasil y Arabia Saudita, habilitados por una presidencia chilena irresponsablemente débil, se han dedicado a vender su modelo de ‘tráfico’ de emisiones y se han llevado por delante las advertencias científicas y los gritos de la sociedad civil.

Puede que el Acuerdo de París haya sido asaltado y vaya a ser controlado por un puñado de poderosas economías del carbono, pero están en el lado equivocado de esta lucha, el lado equivocado de la historia y el Acuerdo de París es solo una pieza del rompecabezas.

Necesitamos un cambio sistémico en el que las personas puedan confiar. Los equipos de negociación deben volver a casa y recapacitar. Pero también hemos visto algunas fuerzas positivas, por ejemplo la Coalición por una Alta Ambición nos ofreció un halo de esperanza esta semana, y los pequeños estados insulares se están fortaleciendo día a día, manteniendo vivo el Acuerdo de París”.

Deberes para España

El director de Greenpeace en España, Mario Rodríguez, ha declarado: “La clase política no puede seguir haciendo oídos sordos a la evidencia científica y al clamor social que exige una respuesta contundente y urgente a la emergencia climática. Esta COP deja sí o sí demasiado trabajo pendiente, que no hay que esperar un año para culminar. La acción política en España y en toda Europa debe asumir desde ahora la lucha contra el cambio climático como máxima prioridad, atendiendo a los intereses de la sociedad y no a los de los oligopolios industriales”.

Rodríguez ha reconocido que «España ha hecho un buen trabajo con la organización de la COP25, de la que sale un importante apoyo social y político para reforzar la lucha contra el cambio climático». A esto se ha sumado la decisión del Consejo Europeo de pedir a la Comisión que presente unos objetivos climáticos más ambiciosos para 2030 para llegar en tiempo a la COP26. “Todo eso debe ser el empuje definitivo para que el nuevo gobierno revise en el corto plazo y al alza su Plan Nacional de Energía y Clima, apruebe urgentemente la Ley de Cambio Climático y Transición Energética y refleje en ambos un objetivo más ambicioso de reducción de emisiones a nivel nacional de al menos un 55% para 2030 respecto a 1990”, ha concluido Rodríguez.

Por su parte, Juan Pablo Osornio, jefe de la delegación de Greenpeace Internacional en la COP25, ha declarado que: “El decepcionante resultado de la COP de hoy es una señal de que el Convenio Marco de la ONU sobre Cambio Climático (CMNUCC) no puede ser el único lugar donde los políticos tengan que rendir cuentas sobre qué hacen para acabar con la emergencia climática y reducir las emisiones a niveles científicamente seguros. Necesitamos espacios multilaterales alejados de los intereses privados de unos pocos que nos siguen bloqueando para que se alcance el futuro que queremos y sabemos que es posible. El éxito depende de un conjunto más amplio de instituciones financieras, de desarrollo y sociales que puedan unirse para lograr el cambio sistémico que se requiere para lograr un acuerdo ecológico global”, ha concluido Osornio.

Matías Asun, director de Greenpeace en Chile, país que ha presidido la cumbre, ha asegurado que: “Es obvio que a pesar de ostentar la presidencia de la COP25, Chile no ha logrado un progreso significativo contra la emergencia climática. Hemos perdido una oportunidad perfecta para mostrar el liderazgo climático que necesitábamos. En cambio, hemos vuelto a confirmar que el carbón se mantendrá hasta 2040. Las personas que sufren más la injusticia social y la desigualdad a través de la injusticia ecológica y climática son las que más alto escuchan la llamada del planeta para que sea protegido. Las élites gubernamentales y empresariales deben escuchar esto y despertarse para hacer cambios reales. El mundo está más despierto que nunca y no dejaremos de exigir que nuestros líderes pongan fin a la crisis climática “, ha concluido Asun.

 

 

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