Domingo, 9 de julio de 2023. Quienes abandonaron España en febrero de 1939, procedían de todas las condiciones sociales, y habían perdido toda esperanza de construir una sociedad moderna y democrática. La sed de libertad y el espíritu de lucha les llevaron a todos los rincones de Europa. De su convicción y valor dieron muestra miles de españoles, en la resistencia francesa, en el ejército o en la Legión Extranjera. Los primeros vehículos blindados de la División Leclerc que liberaron París, iban conducidos por republicanos españoles. El tributo pagado por la búsqueda de libertad fue muy costoso.
Se han cumplido setenta y ocho años desde que se liberó el macabro campo de exterminio de Mauthausen por las fuerzas estadounidenses, en el que miles de españoles republicanos murieron, por haberse empeñado en defender la libertad en España y fuera de ella. La dictadura franquista consiguió, durante cuarenta años, ocultar aspectos esenciales de la verdadera historia. Años después, en democracia, no se han hecho todos los esfuerzos necesarios para dar a conocer la tragedia de los hombres y mujeres que la sufrieron. Y ahora se sigue ocultando o no dando la difusión suficiente de la historia.
Poco se habla de lo que no se quiere hablar. Yo hoy quiero volver a recordarles. La pérdida de memoria, voluntaria o no, destruye neuronas o las transforma, y de forma paulatina se va perdiendo la esencia propia y el sentido del ser. También ocurre cuando olvidamos conscientemente actos de crueldad humana en la historia. Es el caso de los recuerdos hacia los compatriotas españoles, que sufrieron cautiverio, tortura y muerte en los campos de exterminio de la Alemana nazi.
Cuando terminó la guerra civil española, huyendo de Franco y de la sangrienta represión fascista, cerca de quinientos mil republicanos cruzaron las fronteras hacia Europa. Francia los recibió mal y fueron internados en diferentes campos de refugiados o de concentración. La derrota francesa llevó a miles de ellos a caer prisioneros del Tercer Reich, por defender la libertad y luchar contra el nazismo. Todos estos hombres y mujeres, víctimas de la guerra, sufrieron el régimen cruel de la dictadura nazi. El gobierno de Franco nunca les reconoció como conciudadanos, alegando que no existían españoles fuera de España. La derecha reaccionaria española sigue sin reconocerlos.
El comienzo de la Segunda Guerra Mundial y el establecimiento en Francia de un régimen colaboracionista con la Alemania de Hitler, el régimen de Vichy del Mariscal Pétain, provocó la dispersión del contingente republicano español. Más de 40.000 pudieron finalmente embarcar hacia América, pero la mayoría de los que se quedaron en Francia no fueron reconocidos nunca como refugiados. Internados en las playas, en barracones o destacamentos de trabajo después, el Estado francés terminaría trasladando su gestión a las autoridades alemanas. Fueron deportados hacia campos de concentración en el interior de Europa o fueron entregados a las autoridades franquistas.
El 6 de agosto de 1940, 470 presos españoles, llegaron en vagones de carga a Mauthausen. Serian los primeros de los más de diez mil republicanos deportados a los campos de concentración, de trabajo y de exterminio nazis, siendo considerados como enemigos y apátridas. Fueron marcados con un triángulo azul, con una «S» de Spanier en el centro. Allí conocieron lo que nunca podían haber imaginado: trabajos forzados, agotamiento, hambre, enfermedades, castigos, crueldad y muerte. No eran las únicas víctimas. A su alrededor, miles de prisioneros padecían su mismo destino (se calcula en 195.000 prisioneros en Mauthausen entre agosto de 1938 y mayo de 1945). De los españoles que entraron en Mauthausen solamente dos mil regresaron a Francia en 1945.
Los trabajos forzados en Mauthausen se realizaban en la cantera de granito. Una larga escalera separaba el tajo de los barracones. Los presos, cargados con grandes piedras, subían la escalera diez o doce veces al día, golpeados por los «kapos» que les empujaban. El 26 de agosto de 1940, murió el primer español (de los más de 95.000 prisioneros que murieron en ese campo). Sus compatriotas, guardaron el primer minuto de silencio de los muchos que se producirían durante los cinco años de cautiverio.
Con el paso del tiempo, algunos pasaron a desempeñar trabajos especializados como: albañiles, peluqueros, administrativos, sastres o intérpretes. Esta situación les ofreció mayores posibilidades para sobrevivir y ayudar a sus compañeros de presidio. Accedían a más información y disponían de más autonomía para sostener la organización clandestina. Cuando en 1942 comenzaron a llegar prisioneros de la resistencia francesa y del frente ruso, los españoles eran veteranos expertos y buenos estrategas en la lucha por la supervivencia. Repartían medicinas robadas de la enfermería y redistribuían, entre los más débiles y enfermos, la escasa comida que les llegaba.
Cuando el Ejército norteamericano entró en Mauthausen el 5 de mayo de 1945, después de cinco largos años, banderas republicanas habían sustituido a las banderas nazis, y en la puerta del campo, una gran pancarta decía: «Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras». Habían muerto en los campos de concentración cuatro mil cuatrocientos españoles (según la base de datos del Ministerio de Justicia, sobre los fallecidos en Alemania y Austria).
El campo de Mauthausen llegó a ser conocido como el campo de los españoles, por contar con más 10.000 en 1942. Casi el 80% de este joven contingente perdió allí la vida. Otros muchos ingresaron en las filas de la resistencia francesa, especialmente en el sur, llegando a participar en la liberación de París dentro de la 2ª División del general Leclerc en agosto de 1944. Confiaban en que la derrota nazi significaría el fin de la dictadura franquista, gracias a una intervención de los ejércitos aliados en España. La magnitud del drama de los campos no tardaría en atraer la atención del mundo, aunque las primeras liberaciones apenas tendrían publicidad.
El gobierno de Rajoy en su día, no mostró ningún interés en participar en los actos de homenaje que en Mauthausen se celebraron en memoria de las víctimas y asesinados; mientras que en un acto de conmemoración de la fundación de la Guardia Civil, excombatientes voluntarios de la división azul en las filas del ejercito del Tercer Reich, recibieron placas conmemorativas por su gesta. Tampoco se mostró ningún interés en los actos del cementerio de Fuencarral de Madrid, en homenaje a los españoles que lucharon por la libertad de Europa en las filas aliadas en la segunda guerra mundial.
El caso español se separa del caso europeo por un hecho absolutamente diferencial. Mientras que el fascismo fue derrotado en el continente en 1945, Franco perviviría en el poder hasta 1975. El reconocimiento expreso y oficial del drama vivido por los deportados españoles a los campos nazis, por tanto, tardaría varias décadas en llegar, no habiendo sido hasta 2020 el año en que las instituciones gubernamentales han honrado su memoria con la inauguración de un monolito instalado dentro de los jardines del complejo de Nuevos Ministerios en Madrid.
Este reconocimiento tardío no debe ser confundido con la existencia de un desconocimiento absoluto de la cuestión que se haya prolongado desde el fin del Tercer Reich hasta nuestros días. En realidad, de forma paralela al resto de supervivientes, las primeras víctimas españolas que publicaron sus memorias lo hicieron entre 1946-1947, siendo reconocidos además de forma prominente por estudios tempranos centrados en el campo austriaco de Mauthausen, recinto que albergaría con diferencia el mayor número de prisioneros españoles de todo el sistema concentracionario alemán.
Queda un largo camino por recorrer, especialmente en lo que al estudio y conocimiento de la identidad individual de los deportados asesinados se refiere. La destrucción metódica a la que fue sometida la documentación relativa a los diversos campos por parte de las autoridades germanas; las dificultades para calcular el número de defunciones acaecido durante los días previos a las liberaciones; la imposibilidad de contar con información de aquellos presos que no fueron clasificados; y la desaparición del material original empleado para dar lugar a la elaboración de compendios iniciales tan relevantes para el caso español como el del complejo Mauthausen-Gusen, han sumido la cuestión en una enrevesada coyuntura cuyo esclarecimiento ha resultado imposible durante las últimas décadas.
En 2019, un nuevo listado de 4.427 españoles fallecidos en Mauthausen fueron inscritos en el Registro Civil Central por orden de la Magistrada-Juez del mismo. Todo trabajo histórico es susceptible de ser revisado y ampliado, y confiamos que este, por todas las razones expuestas, no deje nunca de renovarse.
Si en momentos de normalización democrática los presos de Mauthausen han estado olvidados de la memoria histórica, no podemos esperar nada distinto ante la marea reaccionaria que se aproxima.
Víctor Arrogante, colaborador habitual de La Mar de Onuba, profesor retirado, ex sindicalista y veterano activista por las causas de la libertades y los Derechos Humanos. Crítico analista del presente y pasado reciente, en sus columnas vuelca su visión de republicano convencido. Sus primeros artículos en la primera etapa de Diario Progresista (recogidos en el libro Reflexiones Republicanas) le hicieron destacarse como columnista de referencia para los lectores de izquierda, y hoy sus columnas pueden leerse también cada semana en 14 destacados medios digitales, como Nueva Tribuna, El Plural, Cuarto Poder o Confidencial Andaluz.
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