Bajo un vago aire rústico que siempre conservó, el pintor y gran dibujante y fotógrafo Gregorio Prieto (1897-1992), nacido y al fin muerto en Valdepeñas, fue en su juventud un artista cosmopolita, internacional y espléndidamente moderno. Vicente Aleixandre (1898-1984) era un año más joven, pero parecía mayor salvo en la vejez… A muchos ha sorprendido el epistolario entre Aleixandre y Prieto , con muy bellas cartas juveniles del Premio Nobel, que el periodista Víctor Fernández ha descubierto en la Fundación Gregorio Prieto de Valdepeñas -que no es extraño que pueda contener más tesoros- y que ha editado la colección Cuadernos de Obra Fundamental del Banco de Santander, con título sacado de una carta del poeta, “Visitar todos los cielos”. Prieto (que vivió en Roma, que viajó a Grecia y que terminó recalando en Inglaterra) era homosexual y lo ocultó muy poco, porque ello era un atributo atrevido de la modernidad. En Madrid hizo buena amistad con los tres grandes poetas gays del 27 -había más- o sea, García Lorca, Luis Cernuda y Vicente Aleixandre, que con ser el más pudoroso de los tres de cara al público, quedó sin duda deslumbrado -se ve en las cartas- por los cuadros y dibujos de Prieto, llenos de chicos no poco paradisíacos. La amistad de Aleixandre y Prieto (e incluso se sostiene que hasta un amor, más o menos fugaz) ocurre entre fines de los años 20 y ya entrados los 50 del siglo pasado, también las cartas lo muestran, pero si la amistad oficial siempre duró el trato decayó bastante. Cuando yo conocí a Prieto, en una exposición de sus cuadros en Madrid (que me han gustado y me gustan) en 1973, y tuve una corta relación amistosa con el manchego, Aleixandre -que ya era amigo mío- me habló bien de Gregorio y me pidió que le diera recuerdos, pero me insinuó o algo más que no le quería ver en ese momento, pues se había vuelto muy pesado. Algo había de verdad: avejentado, muy tacaño, un tanto pasado de moda en sus collages de Vírgenes, Prieto no dejaba adivinar sino por su antigua pintura, lo muy interesante y renovador que había sido. Que al invitarte a su casa a ver sus lienzos intentara tocarte el culo de pasada (yo tenía 21 años) es una anécdota insignificante. Aunque eso no lo hiciera Vicente. En la salita donde habitualmente recibía Aleixandre estaba enmarcado uno de los retratos/dibujo juveniles, siempre un punto idealizados en todos, que le hiciera Gregorio, que ilustró alguna edición especial de Vicente, entre otras, al menos, la del libro aún surrealista “Mundo a solas” (1950). Poco antes -en 1949- Vicente había hecho que Prieto llenara un tomo de la poética Adonais con sus dibujos bellos con prólogo del propio Vicente a quien también se le ocurrió el esclarecedor y buen título, “Poesía en línea”, con odas al pintor de Ricardo Molina, Pablo García Baena y José Luis Cano con cierto tono “Cántico”, más lejos del tema, pero director de la colección. Unidos por el fervor de la belleza masculina joven, que tan bien dibujó Prieto, Aleixandre le guardó siempre cariño y respeto, pero creo que no le interesó en exceso en los años finales. Pero lo que fue (las cartas lo exaltan) resultó por ambos lados radiante.
Gregorio (tan moderno, a veces tan atrevido) hizo libros muy ilustrados sobre Lorca y el último sobre Luis Cernuda -que terminó harto en Inglaterra del cordial Gregorio- esos libros valen altamente por sus ilustraciones -como he dicho, a menudo idealizantes, así su famoso retrato post mortem de Federico- pero valen menos por su texto, donde Gregorio se deja ir por más que posibles o deformadas fantasías, que hubieran gustado poco o nada, por ejemplo a Luis Cernuda, de quien hizo un muy bello retrato joven pero del que cuenta cursiladas que el poeta hubiera detestado en el último libro que Prieto publicó ya mayor (bien ilustrado) “Cernuda en línea”. Habrá mucho que contar aún sobre estos cuatro notabilísimos personajes, pero baste ahora el recuerdo de un Aleixandre joven enamorado de toda belleza sin pudor, como le escribe a un Gregorio atrevido, audaz y magnífico pintor muy homoerótico. No es ya sorpresa ninguna, cada vez lo vemos mejor, bastantes años ya después de su muerte, que Vicente Aleixandre fue uno de los mejores y más abundantes epistológrafos de su siglo. Escribía cartas (también) magníficamente.
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