Berlinale: premios para una historia israelí y otra de pederastia en la iglesia católica

La gran ausente es una crítica de la revolución cultural china.

La Berlinale, el Festival de Cine de Berlín, uno de las grandes citas cinematográficas del año y la primera antes de la ceremonia de entrega de los Oscar de Hollywood, ha bajado el telón este 17 de febrero de 2019 después de entregar los grandes premios:

El Oso de Oro ha sido para la película «Synónimos», del israelí Nadav Lapid, un relato bastante autobiográfico acerca de los primeros años de su llegada a París, donde reside desde entonces.

El Gran Premio del Jurado ha sido para «Gracias a Dios», película del francés François Ozon, que relata los esfuerzos de las víctimas de un cura pederasta de la diócesis de Lión para obtener justicia.

El Oso de Plata de la mejor puesta en escena para la alemana Angela Schanelec por «Ich war zu Hause, aber» (Yo estaba en mi casa, pero…), película también autobiográfica, y los premios de interpretación a Yong Mei y Wang Jinchun, la pareja de actores de «Adios, hijo mío» (Di jiu tiang chang), del cineasta chino Wan Xiaoshuai, relato de una familia a través de medio siglo de historia del país.

Pero, en lo relativo a la cinematografía china, la auténtica protagonista del Festival ha sido la ausencia de «Un segundo», el largometraje retirado «Por razones técnicas» de la competición el 11 de febrero, cuatro días antes de la fecha anunciada para su proyección, realizado por el maestro Zhang Yimou («Esposas y concubinas», «Sorgo rojo», Oso de Oro en la Berlinale de 1988).

«El tono del texto leído por la actriz Juliette Binoche (presidenta del Jurado) –escriben en el diario Le Monde- que recuerda la intangibilidad de la libertad de creación, da a entender que de hecho el jurado no cree en la tecnicidad de  los problemas a los que debe enfrentarse el realizador (…) que en los últimos años ha chocado varias veces con las autoridades culturales y políticas de su país».

La retirada de «Un segundo» (Yi miao zhong), crítica abierta a la revolución cultural – «los diez años (1966-1976) de caos y violencia organizada por Mao Zedong para mantenerse en el poder», que cuenta la historia de un hombre que se escapa de un campo de trabajo para ir al cine-, ha merecido incluso un comentario en el diario chino nacionalista Global Times, naturalmente fiel seguidor de las consignas del Partido y del gobierno, que habla de «gran decepción» en el país.

Para los millones de comentarios recogidos en la versión china de las redes sociales, la desprogramación es política. Y según el South China Morning Post, diario de Hong Kong, después de haber firmado el permiso los censores cambiaron de opinión y pidieron a Zhang Yimou que efectuara cortes en el largometraje.

Pero el caso de «Un segundo» no ha sido el único. La proyección de otra película china, «Los mejores días» (Shao nian de ni), de Derek Kwok-cheung Tsang, sobre los problemas de la juventud del país, que tenía que verse en la sección paralela «Generación», fue anulada una semana antes.

Y tampoco estos de ahora son los primeros casos de películas chinas retiradas en el último momento de los festivales internacionales. En 2017, la película «Dashijie» (Que tengas un buen día), de Liu Jian, sobre las contradicciones del capitalismo en la China contemporánea, que compitió en la Berlinale, fue desprogramada después del Festival del Film de Animación de Annecy, porque las autoridades no concedieron permiso para que saliera del país.

La censura se ha reforzado en China desde 2012, coincidiendo con la llegada a la cabeza del Partido comunista de Xi Jinping y su posterior elección para presidir el país, llevando a la cárcel y el exilio a decenas de intelectuales; en concreto, en 2016 se aprobó una ley que prohíbe las películas que incluyan contenidos considerados perjudiciales para «la dignidad, el honor y los intereses» del país.

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