Volver a enterrar a Franco

Pedro Sánchez ha vuelto a poner fecha, otra vez, a la exhumación de Franco del Valle de los Caídos. La enésima estimación de Sánchez presidente sitúa ahora el hito reparador en algún momento de 2019. Interpretando sus palabras, el año que viene no finalizará si antes los restos del dictador no reposan en otro sitio.

El no-Comité Federal del PSOE de este sábado ha durado menos de una hora, en la que Sánchez secretario general no ha presentado ningún informe de gestión ni ha compartido con la dirección del partido un análisis político que no se resuma en mantras propios de la era Sánchez que son innecesarios reproducir.

Lo único noticiable de los cuarenta minutos de reunión ha sido la carga contra la ausente Susana Díaz de unos pocos “sanchistas” que reprochan a su líder no haber exigido para ellos un lugar destacado en las listas andaluzas, puestos que sus propias agrupaciones les han negado. El sancherío furibundo considera ilegítimas las direcciones territoriales que no profesan un estentóreo culto a su líder. Este, por cierto, no disimula su distanciamiento con esos hooligans faltones que convirtieron los preámbulos del 39 Congreso Federal en la actual pesadilla del socialismo español, cautivo y desarmado por Sánchez y Sánchez. Pero ellos reclaman haber sido quienes resucitaron a Sánchez.

Acabado el tedioso trámite que supone recibir en audiencia al Comité Federal un par de veces al año, el binomio Sánchez se ha dado un baño de masas en Fuenlabrada, donde a los candidatos autonómicos se le ha tomado juramento de lealtad lealtad y demandado el compromiso de llevar el sanchismo en mayo de 2015 a sus respectivas comunidades, devaluando de paso los proyectos y liderazgos regionales.

Un acto a mayor gloria de los Sánchez en el que han sido sonadas la esperada ausencia de Javier Fernández -el único socialista que no les ríe las gracias-, así como las de Guillermo Fernández Vara, Susana Díaz y Javier Lambán, que comenzaba el fin de semana leyendo «El rey recibe», última novela de Eduardo Mendoza.

Los Sánchez han escenificado su triunfalista discurso ante un atril en el que podía leerse “Estamos preparadas, Estamos preparados”. En su alocución, propia de la factoría del loco Iván, ha hecho gala de su absoluto desdén hacia los socialistas andaluces, a cuya candidata, Susana Díaz, no ha perdonado su ausencia y ni siquiera ha mencionado por su nombre.

En un acto cuya razón de ser era presentar a un PSOE engrasado para abordar el largo año electoral que comienza en Andalucía el 2 de diciembre, las únicas palabras para la mayor federación del PSOE, la primera que concurrirá a las urnas, el esperado gesto de la fraternidad sobre la que Sánchez y Sánchez ha pontificado hoy en Fuenlabrada, han sido: “primero ganaremos las elecciones en Andalucía y luego ganaremos las municipales, las autonómicas y las europeas en 2019”. Fin de la cita.

A renglón seguido, Sánchez secretario general y Sánchez presidente han vuelto a sorprender, como decía, con la exhumación de Franco, esta vez en algún momento de 2019. Sánchez presidente ya ha dado por perdida la batalla para que el dictador no pase su 43º año nuevo junto a sus víctimas bajo la aberrante Cruz del Valle.
El audaz arrojo de Sánchez y Sánchez ha devuelto a Franco y su legado a la actualidad política, y ha regalado al dictador y su luctuosa obra una cuota de pantalla de la que no gozaba desde el mismo día de su muerte
Sánchez ostenta el mérito de que, como el del Cid, el cadáver de Franco haya regresado para volver a dividir a los españoles. Y está dispuesto a mantener esa tensión cargando el retraso en la cuenta de otros, sean los descendientes del dictador, la ICAR (¿a qué diablos fue Carmen Calvo al Vaticano?), o los jueces. Como si de verdad fueran parte interesada del acto de necesaria reparación histórica que supone expulsar los restos del dictador de su actual sepultura.
Si Sánchez pretende que los españoles valoren su determinación, no puede seguir aplazando la orden. Tiene que notificar a los nietos de Franco qué día y hora se procederá a exhumar el cadáver del abuelo. También debe comunicarles la prohibición expresa de llevarlo a espacios que supongan un privilegio sobre el resto de fallecidos españoles. Los de ayer y los de hoy.
Si llegada la fecha, la familia no ha decidido qué hacer con los restos del caudillo, el Gobierno debe depositar sus restos en un tanatorio y ponerlos a disposición de los Martínez Bordiú-Franco. El Gobierno debe garantizar medidas de conservación hasta que, en el plazo máximo que se determine, Franco sea recogido. Y si, agotado el plazo, los familiares no reclaman el cadáver, proceder como con cualquier otro fallecido cuyo cuerpo no es reclamado por nadie.
Sólo faltaba que sea Franco quien gane las elecciones para el PSOE
Lo que no puede seguir haciendo Sánchez presidente es exhibir todos los días la medalla de haber tenido el coraje de sacar a Franco del Valle de los Caídos sin haberlo hecho. Esperando el mejor momento y dilatando la decisión en busca de réditos electorales. El audaz arrojo de Sánchez y Sánchez ha devuelto a Franco y su legado a la actualidad política, y ha regalado al dictador y su luctuosa obra una cuota de pantalla de la que no gozaba desde el mismo día de su muerte.
Los españoles necesitamos el legítimo ajuste de cuentas con la Historia que supone la exhumación del sátrapa gallego, pero no merecemos que en ese proceso Franco se nos aparezca, como el Cid, redivivo y sonriente durante el almuerzo.

Si no hay determinación para tomar una decisión que amparan leyes que superan ya la decena de años, mejor dejarlo de momento. Los que deseamos que Franco repose como un mal recuerdo de la Historia en archivos y bibliotecas, estamos cansados del comodín de Cuelgamuros. Esperamos la noticia de que Franco ya no está en el Valle. No necesitamos verlo en directo y en prime time. Sólo faltaba que sea Franco quien gane las elecciones para el PSOE. Es urgente volver a enterrar a Franco.


Perico Echevarría

Editor y director de La Mar de Onuba

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