Todo irá bien… lo que no se sabe es cuándo

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por Sergi Basco

 

El economista John M. Keynes escribió en 1923 una de sus frases más citadas: “En el largo plazo estamos todos muertos” (Breve tratado sobre la reforma monetaria, editorial Síntesis, 2009).

En esa frase, generalmente mal interpretada, Keynes criticaba la visión cíclica (y mecánica) que muchos economistas tenían de la economía. Estos argumentaban que después de una recesión, la economía entraría (de forma natural) en un periodo expansivo y que, por tanto, no deberíamos preocuparnos por las crisis económicas.

La preocupación de Keynes era que estos procesos podían durar muchos años y generar daños irreversibles para la sociedad. La reciente experiencia de España ilustra la longevidad de las crisis económicas.

El valor del PIB real per cápita (ajustado por la paridad de poder adquisitivo) de 2007 no se superó hasta… ¡2018! Esta medida del PIB es la mejor para analizar la evolución del nivel de bienestar agregado del país porque tiene en consideración el cambio en el precio de los bienes.

¿La recesión provocada por la Covid-19 tendrá los efectos de la de 2008?

Mi respuesta es la misma que la que se le atribuye al legendario jugador de béisbol Yogi Berra, “es difícil hacer predicciones, especialmente sobre el futuro”. No obstante, existen organismos internacionales que realizan esta tarea.

En particular lo hace el Fondo Monetario Internacional (FMI), que se creó en julio de 1944 para ayudar a la estabilidad del sistema financiero internacional. Curiosamente, Keynes es considerado su fundador intelectual.

A lo largo del tiempo las atribuciones de esta institución han ido cambiando. Ahora también revisa las políticas económicas nacionales y recomienda reformas para mejorar la estabilidad económica y financiera de los países a los que visita.

El FMI publicó el pasado 30 de septiembre una nota después de concluir su misión en España. En este artículo quiero destacar tres puntos de las conclusiones presentadas.

No es fácil predecir el futuro

En primer lugar, el FMI demuestra que la frase de Yogi Berra era acertada: afirma que el futuro es incierto y más aún durante una pandemia. A pesar de esta incertidumbre, pronostica que este año el PIB real caerá en España el 12,8%.

De todos modos, con solo superar el 3,8 por ciento de 2009 será la caída más grande de la época moderna (los datos del FMI empiezan en 1980).

Esta predicción numérica tampoco es demasiado fiable en un contexto de pandemia. El pasado abril anunció que la caída del PIB español sería del 8%.

En cualquier caso, el FMI afirma que “la producción tardará varios años en alcanzar su nivel prepandemia”. Si la historia económica nos indica que el PIB se recupera antes que el empleo, entonces parece evidente que la recuperación económica no será rápida. Más importante aún, el FMI señala que la economía evolucionará en función de la salud de la población. En otras palabras, afirma que no es cierto que tengamos que elegir entre economía y salud. Al contrario, dice que sin salud no hay economía.

Pandemia = crisis = desigualdad y pobreza

El FMI también se muestra preocupado por el posible aumento en la desigualdad y pobreza que la pandemia pueda generar en España. En un trabajo realizado junto con Jordi Domènech y Joan R. Rosés sobre los efectos en España de la pandemia de gripe de 1918 en España, documentamos que este aumento de la desigualdad ya ocurrió hace 100 años.

En este sentido, el FMI ve acertada la introducción de la figura del Ingreso Mínimo Vital. No obstante, también recomienda que los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) sean sustituidos paulatinamente por los subsidios de desempleo.

Así, lo que se pretende es incentivar a los trabajadores a que se recoloquen en otras industrias, más adecuadas para un mundo pos-Covid-19, y cerrar las empresas no viables.

Todos estos efectos están directamente relacionados con el control de la pandemia. Efectivamente, una mejor gestión de los contagios de la Covid-19 aceleraría la recuperación económica y reduciría sus efectos en términos de desigualdad y pobreza.

La banca, ¿otra víctima más?

El último punto que queremos destacar de la nota del FMI es la advertencia que hace sobre los posibles efectos negativos de la pandemia en la banca. No cuesta imaginar cómo puede afectar a los bancos la Covid-19.

Por lo pronto ya ha generado desempleo: en el segundo trimestre de 2020 la tasa de paro era 15,3% (1,3 puntos superior al segundo trimestre del año anterior). No obstante, el aumento de los ERTE y otras formas de reducción salarial implica que el aumento de la tasa de paro subestima el impacto real de la Covid-19 sobre los ingresos de los hogares.

Esto supone que aumenta el riesgo de que los hogares no puedan devolver los créditos a los bancos. Por su parte, las empresas sufren por la disminución del consumo y podrían no generar suficientes ingresos para cumplir con sus obligaciones crediticias.

Esta argumentación asume una visión benevolente de la gestión bancaria y asume que los bancos utilizaron los tipos de interés bajos del Banco Central Europeo para dar crédito a empresas y hogares con perspectivas económicas viables.

No obstante, si realizaron operaciones parecidas a las del boom inmobiliario de finales de los 2000, el riesgo para el sistema financiero español es aún mayor.

Dime cuándo, cuándo, cuándo

Para terminar, como dice el eslogan optimista, todo irá bien. Si la historia nos sirve de guía podemos ver que, tarde o temprano, las economías siempre han recuperado los niveles precrisis. No obstante, la parte que falta de la frase es el cuándo.

Sabemos que la duración de las crisis no es fruto de la casualidad, sino que los gobiernos y los bancos centrales influyen en ella con sus decisiones. Las lecciones de la crisis financiera de 2008 y la primera ola de la Covid-19 deberían ser suficientes para que esta vez la recuperación llegue antes y sea compartida por todos los agentes de la economía.


Sergi Basco es Profesor Agregado en el Departamento de Economía de la Universitat Barcelona y investigador en la Fundació MOVE y BEAT. Obtuvo su Doctorado en Economía en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) el 2010. Previamente, se graduó en Economia y realizó el Master en Economía en la Universitat Pompeu Fabra.
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