Ramadán y confinamiento acentúan el malestar de inmigrantes internados en los CETI

Imagen del CETI de Ceuta tomada este domingo

Niños y menores, los más afectados por el estado de alarma

Falta de alimentos y previsión en los primeros días de ayuno del mes sagrado musulmán.

Conversaciones en La Mar (de Onuba), Ep. 2, ya disponible en nuestro canal de YouTube.

por Perico Echevarría

 

 

Al caer el sol, cuando el Sol se funde con el horizonte y da paso a la noche, termina la jornada de ayuno que durante el Ramadán cumplen rigurosamente los practicantes de la fe musulmana. 29 o 30 días de mes sagrado mes en el que se abstienen de mantener relaciones sexuales, incrementan sus oraciones y la lectura del Corán, y realizan acciones benéficas. Se trata de fortalecer la pureza de espíritu y la conexión de los creyentes con su Dios, y en ese proceso no consumen alimentos ni bebidas. Durante el mes que dura el Ramadán, la primera comida, denominada suhur,  debe darse antes de que asome la luz del día, y cuando esta se va, llega el momento del iftar, la ruptura del ayuno, un festín nocturno que suele hacerse de manera comunitaria y en el que el primer el primer alimento que se consume es un dátil acompañado de un vaso de leche.

En los denominados centros de estancia temporal para inmigrantes (CETI) seguir las normas del Ramadán no es fácil. En el de Ceuta, y según el relato personal ofrecido a La Mar de Onuba por Hamid El Qatim, que recientemente protagonizó una huelga de hambre tras un traslado de internos a la península en el que fueron excluidos solicitantes de asilo de origen marroquí, el comienzo del mes sagrado no ha hecho más que incrementar la tensión habitual entre los residentes en el centro.

Ayer domingo, por ejemplo, cuando a la cuatro de la mañana se realizó el reparto de bolsas de comida para el suhur, no había para todos los internos, y más de cien se quedaron sin recibir ningún alimento. A la noche, se encontraron que no había pan para todos. Una voluntaria de las diversas ONG y colectivos que ayudan a los inmigrantes internados en los CETI advierte que esta falta de pan, que a algunos puede parecerle una “tontería”, resulta “humillante” para los musulmanes, especialmente durante el mes de Ramadán. “Es un problema cultural y los españoles no nos enteramos. No es tan difícil, pero en todos los centros donde que he estado pasa lo mismo. Los internos musulmanes interpretan que los están dejando morir de hambre”. El malestar es general, cuenta Habib en una videoconferencia para Conversaciones en La Mar (de Onuba).

No es algo nuevo, situaciones similares se repiten cada año en los CETI, y también en los CIE (Centros de Internamiento de Extranjeros). Pero este año el malestar se incrementa por el confinamiento decretado por el Gobierno durante el estado de alarma ante la pandemia de COVID19, en el que las limitaciones y problemas habituales se viven con mayor intensidad. Problemas como las largas esperas para obtener una resolución del Gobierno a las solicitudes de asilo. Como sucede con las actividades consideradas no esenciales, los expedientes están paralizados. Las Oficinas de Extranjería están cerradas sin que se sepa cuándo volverán aponerse en marcha.  Los internos temen que estancias que suelen ser de más de ocho meses se alarguen.

Una incertidumbre que incrementa la tensión y hace que las situaciones cotidianas más conflictivas, como el mal estado de las instalaciones, especialmente aseos y duchas, o las diferencias culturales entre internos de distintas procedencias, que derivan no pocas veces en gritos y peleas cobren especial relevancia. Así, como cuenta Habib en Conversaciones en La Mar (de Onuba), los internos marroquíes piensan que  son discriminados frente a los subsaharianos. Hace un mes, cuando comenzó el estado de alarma, el Gobierno autorizó dos traslados de 142 internos a la península en  los que fueron excluidos los solicitantes de asilo marroquíes y se priorizó a los subsaharianos. Estos, se quejan de que los internos procedentes de Oriente Medio reciben también un trato preferente, y estos últimos, a su vez, también perciben diferencias respecto  de sus compañeros.

La voluntaria consultada por esta revista, que ha trabajado con diversas organizaciones de asistencia a solicitantes de asilo,  confirma que estas diferencias son una percepción generalizada en los CETI, aunque destaca que “hay que saber que muchas veces el malestar viene motivado porque toman como referencia lo que tardan en salir los compañeros, sin saber la verdad íntima de las otras personas. En algunos casos son mujeres que han sufrido violencia de género, mutilaciones… En otros los problemas psicológicos son tremendos, como el caso de quienes huyen de estados en guerra o en los que hay persecución por razones étnicas, religiosas. Muchas personas subsaharianas tardan hasta cinco años en cruzar, los echan para atrás una y otra vez. Explotados en el camino, abandonados en el desierto… Cada situación requiere valorar todos los condicionantes. Hay que ser precavido a la hora de valorar estas situaciones, pero es habitual que  todos crean que el color de su piel afecta en cómo se abordan sus casos.

Niños y menores de edad

En cualquier caso, y como en todas las situaciones de vulnerabilidad, a pero parte de la llevan los niños y menores de edad, que llegan a sufrir situaciones de estrés que no son tratadas con la debida diligencia. “Hay niños que tienen miedo a los cuartos de baño compartidos  y orinan en el pasillo, no duermen, tienen terrores nocturnos…. Eso también ocurre y es muy grave,  pero no se le da la importancia que tiene”, dice la voluntaria.

“Hay que insistir en la situación de los menores en los CETI, en el bien superior del menor. A veces son separados de sus padres antes de hacerle la prueba de ADN. Pero es que aunque no fueran familiares, esos niños han hecho un largo recorrido con el adulto que les acompaña, que para el menor ya es un referente en el que confían por haberles cuidado durante el viaje de huida hasta España; la aventura , como lo llaman los subsaharianos. Sin embargo, muchas veces los niños son separados de sus acompañantes, familiares o no,  e internados durante meses en centros de menores con gente que los trata bien, no lo dudo, pero que no los conocen. Niños de todas las edades encerrados en un ambiente que quieras que para ellos se convierte en hostil, sin la protección de la persona encargada de ellos. Sean o no familia… No sé si ves por dónde voy. Es complejo, pero se separan sistemáticamente cuando no debería ser así. Debería haber una investigación sobre el vínculo y el apego, aunque siempre vigilando atentamente para actuar si no fueran familia… Los resultados de ADN puede tardar meses, y en ocasiones los niños llegan a nuestro país separados.  A veces, en la frontera,  unos corren y otros se quedan atrás, y cuando les piden documentación que no siempre tienen, como libros de familia o certificados de nacimiento, surgen las dudas y se les separa. A veces me pregunto qué consideramos como bien superior del menor.

Durante el estado de alarma, todas estas situaciones se están agravando. Las oficinas de extranjería no resuelven expedientes. Se suceden las situaciones de hacinamiento, las medidas de seguridad no se aplican, como puede observarse en las imágenes obtenidas por La Mar de Onuba, y el comienzo del Ramadán añade un nuevo elemento de discordia a la tensión provocada por el confinamiento en los CETI.

<em><strong>Conversaciones en La Mar (de Onuba). </strong></em><strong>Ep. 2</strong>

En el segundo episodio de Conversaciones en La Mar (de Onuba) el programa de videoconferencias que se emite en el canal de YouTube de esta revista, Habib El Qatim, ciudadano de origen, marroquí que recientemente protagonizó una huelga de hambre junto a otros 13 internos del CETI de Ceuta, nos cuenta cómo están viviendo el confinamiento en el centro de inmigrantes de aquella ciudad.

Habib se queja de la falta previsión ante el ayuno del mes sagrado para los musulmanes, y denuncia que ayer domingo decenas de internos se quedaron sin las bolsas de alimentos distribuidas a las cuatro de la madrugada por el centro para el suhur, la primera comida del día. Una situación que agrava el malestar por otras carencias, comos la de artículos de higiene o ropa interior. "Nos dan botines de mala calidad cada cuatro meses, y apenas resisten uno. Igual con los calcetines y calzoncillos", cuenta a La Mar de Onuba.

Asimismo, nuestro entrevistado ofrece la visión sobre el trato que reciben en el CETI los internos según  su origen y se queja de los retrasos en las tramitaciones de los expedientes de asilo por parte de la Oficina de Extranjería. 16 minutos de conversación con Perico Echevarría, director de esta revista, que ya están disponibles en nuestro canal de YouTube.


Máxima tensión en el CETI de Ceuta en el primer día de Ramadán

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