Ocho años de Podemos, el partido que recogió el voto de los indignados y desafió al bipartidismo español

El primer logo de Podemos, plasmado en una pared en 2014. Fuente: Thierry Ehrmann (Flickr)

El 17 de enero de 2014 nació una candidatura que pretendía transformar el cambio social del 15M en políticas para afrontar la crisis económica.

Lunes, 17 de enero de 2022. Una semana antes de la creación del partido Podemos, una treintena de politólogos y activistas, entre ellos el profesor Juan Carlos Monedero y el actor Alberto San Juan, firmaron el manifiesto Mover ficha: convertir la indignación en cambio político. Su propósito era impulsar una candidatura popular para las elecciones al Parlamento Europeo que se celebrarían en mayo de 2014, de forma que, en plena crisis de legitimidad de la Unión Europea, surgiese una alternativa a las políticas de austeridad que se aplicaban entonces.

El partido Izquierda Anticapitalista artículo el proyecto, denominado Operación Coleta, que contemplaba proponer al profesor de ciencias políticas Pablo Iglesias para liderar la candidatura por su proyección mediática. Aunque Iglesias no había firmado el manifiesto, el 14 de enero aceptó la propuesta bajo las condiciones de que la candidatura tuviera un amplio respaldo popular y fuera un llamamiento a la unidad.

La candidatura finalmente recibió el nombre de Podemos en honor a los gritos de “sí se puede” del 15M de tres años antes. Presentada el 17 de enero en el Teatro del Barrio, en Madrid, Iglesias la definió como “un método participativo abierto a toda la ciudadanía” para enfrentar la crisis económica y política española, proponiendo una democracia “real” que rompiese con el bipartidismo del Partido Popular (PP) y del Partido Socialista (PSOE).

Recoger el espíritu del 15M

El 15 de mayo de 2011, un grupo de personas había decidido acampar en la Puerta del Sol de Madrid tras las manifestaciones convocadas por la plataforma Democracia Real Ya contra la gestión política de la crisis económica. Su desalojo de forma violenta causó un efecto llamada en las redes sociales para volver a concentrar a miles de personas y replicar las acampadas en otras ciudades. Pronto fueron conocidos como “los indignados” con las privatizaciones y la corrupción. En línea con la demanda de una democracia más participativa, se organizaron en asambleas ciudadanas para trabajar sobre cuestiones como los desahucios, los servicios públicos, el feminismo, el ecologismo o la migración.

El 15M se convirtió en un movimiento horizontal y descentralizado de gran impacto social en las calles, pero no en las instituciones políticas. La indignación del “no nos representan” se expresó en las elecciones de 2011 a través del voto en blanco y la abstención, que perjudicaron a partidos minoritarios como Izquierda Unida o Unión Progreso y Democracia, que no canalizaron el voto. En cambio, el bipartidismo salió reforzado y el PP consiguió la mayoría absoluta, lo que le permitió continuar con las medidas de austeridad impuestas por la Troika: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea.

Como la estrategia antielectoral no permitía un cambio político, Podemos aprovechó el nicho electoral del 15M para ofrecer tres años después una alternativa a los partidos tradicionales, apelando a los indignados, los movimientos de resistencia y la población en general. El punto de partida del 17 de enero de 2014 era confirmar el apoyo popular a la candidatura, y el día después el partido alcanzó el objetivo de 50.000 firmas de apoyo. El siguiente paso fue organizar círculos sectoriales y geográficos para elaborar el programa político y configurar las listas electorales, abiertas a toda la ciudadanía. Así, Podemos recogió la horizontalidad y la descentralización de las asambleas, pero con el tiempo perdería esta perspectiva junto con otras claves asamblearias, como la toma de decisiones por consenso.

Podemos, de las asambleas al Gobierno 

Con la mirada puesta en las elecciones europeas de mayo de 2014, el buen manejo de los medios de comunicación le facilitó al partido expandir un discurso dirigido a la mayoría social hasta posicionarse como la alternativa a la política tradicional. Podemos abandonó el eje izquierda-derecha por el de los de abajo contra los de arriba, a los que denominaron “casta”, para transmitir un mensaje optimista de cambio, basado en la lucha por los derechos humanos y contra los recortes sociales. Este discurso caló más de lo esperado: en mayo el partido consiguió 1,2 millones de votos y cinco eurodiputados. Era un resultado simbólico, pero implicaba el inicio de un cambio en el sistema político español.

Las encuestas para las elecciones de 2015 ponían en jaque al bipartidismo. Ante la amenaza, comenzó una campaña de desprestigio con acusaciones de corrupción y posiciones extremistas que rompió la imagen de transversalidad de Podemos. Como alternativa moderada, en la derecha creció Ciudadanos, y la necesidad de formar un Gobierno de coalición tras las elecciones a final de año evidenció el fin del sistema bipartidista. Desde entonces, las divisiones internas y la propagación de nuevos partidos, como Más Madrid, Vox o los grupos nacionalistas, han reducido la influencia de Podemos. No obstante, su papel ha sido clave en la política española durante los últimos años, hasta formar parte del Gobierno de España desde principios de 2020 junto con el PSOE.

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