Marcia Andrade: el compromiso de la ONU con la mujer Centroafricana

MINUSCA / Hervé Serefio. La casco azul brasileña Marcia Andrade Braga está desplegada en la misión de la ONU en República Centroafricana (MINUSCA)

El último informe del Secretario General sobre Violencia sexual en conflicto asegura que en 2017 la MINUSCA documentó 308 incidentes de violencia sexual que afectaron a 155 mujeres y 138 niñas.

La capitán de corbeta brasileña Marcia Andrade Braga, quien está asignada a la misión de la ONU en la República Centroafricana, un país que acaba de firmar un acuerdo de paz tras más de seis años de conflicto en el que se han contabilizado miles de muertos,  ha sido galardonada como Mejor Defensor Militar de las Cuestiones de Género, informa Beatriz Barral para Noticias ONU.

Marcia Andrade está desplegada en uno de los peores países del mundo para ser mujer, la República Centroafricana. Allí, la violencia sexual se ha usado como “instrumento de intimidación, represalia y castigo” para aterrorizar a familias y comunidades enteras.

Esta capitán de corbeta  brasileña es una de las pocas mujeres militares que forman parte de la misión de la ONU en el país (MINUSCA).

Allí, Andrade es asesora militar para cuestiones de género. Desde abril de 2018, ha ayudado a entrenar a otros militares y a promover que haya más mujeres en las patrullas que se hacen por todo el país. Esas patrullas mixtas han servido para recoger más información sobre las necesidades de hombres, mujeres y niños.

Su trabajo le ha valido el premio al Mejor Defensor Militar de las Cuestiones de Género 2019:  “Estoy muy orgullosa de haber sido seleccionada”, dijo Andrade tras recibir el anuncio. “Las misiones de la ONU necesitan a más mujeres cascos azules para que las mujeres locales puedan hablar más libremente sobre los temas que les afectan”.

Hablar con las mujeres para saber qué ocurre en el terreno

La brasileña explica en una entrevia con Noticias ONU que “la interacción con las mujeres locales y con otras mujeres militares” es la parte que más le gusta de su trabajo. “Sin interacción con las mujeres no es posible comprender qué está pasando en el terreno”.

El Gobierno y catorce grupos armados del país firmaron en febrero un acuerdo de paz para poner fin a la violencia que se desató en 2012 cuando estallaron los enfrentamientos entre la milicia mayoritariamente cristiana anti-Bakala y la coalición rebelde, principalmente musulmana. Las hostilidades costaron la vida de miles de personas y dejaron dos tercios de la población dependiendo de la ayuda humanitaria.

Las mujeres, y los niños, a menudo sufren las peores consecuencias de los enfrentamientos. “Por ejemplo, los niños no van a la escuela por presencia de grupos armados, y ellas no pueden ir a las plantaciones porque tienen riesgo de violencia sexual”, explica.

El último informe del Secretario General sobre Violencia sexual en conflicto, que recoge datos de 2017, asegura que ese año la MINUSCA documentó 308 incidentes de violencia sexual que afectaron a 155 mujeres y  138 niñas (entre ellas 48 reclutadas por grupos armados).  Unicef, en 2017, ayudó a liberar a 3419 niños (1090 niñas y 2329 niños) de los grupos armados, y la mayoría de las niñas denunciaron incidentes de abuso sexual. Las menores que regresan a sus hogares embarazadas o con niños suelen ser rechazadas por sus comunidades, lo que obliga a muchas de ellas a recurrir al trabajo sexual como medio de supervivencia.

Primero escuchar, después ayudar

Para llegar hasta esas mujeres y niñas, Andrade sale del cuartel general de la MINUSCA, en Bangui, y visita los diferentes “sectores” del país: “Organizamos patrullas para ver qué está pasando en esos sitios, si hay amenazas para las mujeres y los niños. Podemos escuchar y saber qué pasa. Es el momento de establecer una conexión con las mujeres locales y de explicarles que estamos para escucharlas y que hay una asesora militar con la que pueden hablar”.

Gracias a esas charlas, la MINUSCA ha ayudado a crear, por ejemplo, pozos de agua más cercanos a los pueblos y huertas comunitarias para que las mujeres no tengan que trasladarse grandes distancias para conseguir agua y comida exponiéndose a ser asaltadas y violadas.

“Lo más duro de mi trabajo es escuchar los relatos de las violaciones”, dice la capitán que explica que ese es uno de los motivos por los que es necesario la presencia de mujeres cascos azules: “Para una mujer es más fácil hablar de una violación con otra mujer y es fundamental para obtener información”.

El trabajo de Andrade también consiste en evitar que se sigan produciendo abusos sexuales por el personal de la ONU o sus socios. En 2018, la MINUSCA recibió dieciocho alegaciones de abusos por parte de sus militares.

MINUSCA Hervé Serefio

“No es fácil, pero se está haciendo un trabajo de concienciación en todos los batallones”, explica. “No puede pasar. Hay una política de tolerancia cero y se trabaja con los consejeros de género de cada batallón. Verificamos si hay alguna amenaza que se pueda corregir para que no suceda ni un caso”. Si ocurre, explica, hay medidas disciplinarias y de conducta.

Más mujeres cascos azules

“Marcia Andrade, es un ejemplo estelar de por qué necesitamos más mujeres en los cascos azules: el mantenimiento de la paz es más eficaz cuando las mujeres juegan un papel importante y cuando se relacionan directamente con las mujeres de la comunidad”, dijo Jean-Pierre Lacroix, el responsable de las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU.

Actualmente, apenas el 3 % de los casi 12 000 militares de la MINUSCA son mujeres: “Estamos muy lejos del ideal. Tenemos que trabajar para que haya más mujeres”, dice la brasileña. “Es muy importante para escuchar y para tener mejores relaciones con las mujeres locales”.

La ONU, añade, debe promover la igualdad situando a mujeres y hombres en sus patrullas. “Si no hay mujeres, no damos un buen ejemplo”.

Andrade se siente triste porque se marchará pronto de la República Centroafricana tras completar su tiempo de destino. “Es difícil porque se construye una relación y estoy enamorada de la población local y el país”, explica. “Muchas veces la gente no tiene voz y no sabemos lo que les pasa. Me gustaría que se prestara más atención a lo que pasa, sobre todo a las mujeres locales, cómo sufren por restricciones de movimiento, cuando no tienen qué darles a sus hijos. Tienen una vida muy dura”.

 

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