La wollastonita: un mineral ecológico, guste o no

José Manuel Cantó Doctor en Geología

Los procesos de información pública están pensados e instituidos para que todo aquel que se sienta afectado ante la iniciativa de cualquier proyecto pueda conocer, y alegar en su caso, sobre todo aquello que en alguna manera pueda afectarle.  Nada más democrático que eso y nada más lejos de un anuncio a bombo y platillos.

No es menos cierto que siempre existen y existirán criterios diversos y a veces muy distintos en todo aquello que tenga un alcance que afecte de alguna forma a nuestro medio natural.

Tampoco es de extrañar que algunas personas expresen su criterio, a veces con líneas torcidas o con desconocimiento de la realidad, bien sea por secuelas históricas no superadas, por afán de manifestar su capacidad de expresión literaria o porque su preocupación supera el nivel de comprensión del hecho del que habla.

Tras un proyecto, minero o de otro tipo, no necesariamente tiene que haber un gigante dispuesto a explotar a sus semejantes bajo criterios exclusivamente economicistas. Supongo que el actual dueño de Zara inició su negocio y su fortuna partiendo de modestas pero no menos ambiciosas ideas y, desde luego, sin ser un gigante del sector textil y del diseño de moda como lo es ahora. Sin embargo, su actual capacidad empresarial le permite dar trabajo a miles de personas y usar libremente su fortuna financiera para donar ingentes cantidades de dinero en forma de medios materiales que ayuden a solucionar problemas de salud a muchos de sus congéneres humanos.

Quiero significar con esto que nadie es absolutamente bueno ni absolutamente malo, pero que siempre será necesaria la existencia de un nivel de emprendimiento de las personas para generar recursos que ayuden a mejorar nuestro nivel de vida, estableciendo siempre los parámetros de control y de calidad necesarios para que exista un equilibrio entre lo que se pretende conseguir y los déficits que ello pueda generar. Y ese es precisamente el objeto del proceso de información pública de cualquier proyecto.

El mineral –de extraño nombre y llamado así  en honor de un físico inglés, Willian Hyde Wollaston-  que pretende aprovecharse  en este proyecto, concretamente al  Sur de Aroche en plena Sierra y fuera del Parque Natural,  es en su conjunto una suma de distintos componentes –mezcla de carbonatos dolomíticos y silicato cálcico-  cuya explotación no produce en ningún caso lo que se denomina alteración o cambio de facies química, como si es el proceso de la minería de sulfuros existente en la cercana Faja Pirítica Ibérica, y donde precisamente puede ayudar a solucionar los problemas de contaminación producidos por las llamadas Aguas Ácidas de Mina y por los suelos cargados de metales pesados.

Sorprendentemente se ha definido también como un factor que puede ayudar a disminuir nuestros problemas de exceso de dióxido de carbono en la atmósfera, incluso solucionando los problemas originados por la denominada “lluvia ácida”.

La capacidad de eliminación del fósforo y del nitrógeno de las aguas, que le confieren sus características peculiares a este mineral, permite solucionar problemas de eutrofización en lagos sometidos a este problema por la contaminación producida por los fertilizantes químicos

Cuando disminuya la velocidad  de su coche,  el conductor debe saber que las pastillas de freno que presiona ya no son de amianto, totalmente prohibido en la actualidad, sino de wollastonita, mineral totalmente inerte y sin problemas secundarios que afecten a la salud de las personas, tanto en su uso como en su explotación.

Felizmente, acaban de definir este material como óptimo para usos agrarios en enmiendas de suelos para enriquecerlos en silicio, incrementando las producciones agrícolas y ayudando a eliminar ciertas plagas de insectos. Incluso se ha certificado para su uso en agricultura ecológica.

Cualquier minería a cielo abierto (pequeña y modesta en este caso y nada asimilable a las de la cuenca minera de Huelva) origina sus condicionantes en el entorno, pero que en este caso son mínimos, precisamente por el tipo de aprovechamiento del mineral, de sus características constitutivas y del lugar geográfico.

Aludir a contaminación de acuíferos está fuera de contexto en este caso, y sin entrar en esa discusión, cualquier mención en ese sentido indica un desconocimiento absoluto de lo que rodea y supone este proyecto. Es un riesgo inexistente y al que no hay que dedicarle más tiempo.

Otras apreciaciones, no siempre afortunadas de “reventar nuestros cabezos” y de arrasar olivos, encinas y alcornoques centenarios, es completamente desacertada por falsa.

Ni hay marketing (ni por supuesto mecachifles) ni Plan Marshall para “arrasar cabezos y pequeñas huertas”  ni estrategias de Wall Street de la mano de nadie.

Lo que hay tras esta información pública, a la que todo el mundo puede aportar su criterio, es solo un proyecto razonable que arrastra sus inicios históricos desde los años ochenta en que una empresa pública del antiguo INI, llamada ENADIMSA,  puso en evidencia la existencia de esa sustancia y que tras muchísimos esfuerzos e innombrables dificultades se ha decidido poner en marcha como uno más de los emprendimientos empresariales que nuestro país necesita para avanzar creando los puestos de trabajo que estrictamente sean necesarios y ayudar a solucionar muchos problemas ambientales de nuestro entorno que las peculiares características de ese mineral permiten.

Las sugestivas frases de “gigantes de la minería”  y otras similares usadas por artistas literarios quedan bien en un contexto de novela, pero aquí huelgan por su inconsistencia y falsedad.

Curiosamente, el proyecto gemelo de éste, ubicado en Canadá, utiliza como aserto una frase concreta para la Wollastonita: UN MINERAL BLANCO PARA UN MUNDO VERDE. A la que hay que añadirle… Y PARA UN AGUA AZUL.

Se recomienda leer e ilustrarse en esta Web, que directamente puede traducirse al castellano:

https://www.canadianwollastonite.com/

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