La magia de Charlie Watts

Charlie Watts en Edimburgo en 2018. Shutterstock / Terry Murden
por Antonio Fernández Vicente

 

Miércoles, 25 de agosto de 2021. Hay algo mágico en la música, algo que desconcierta y escapa a cualquier suerte de categorización. Y quienes consiguen embrujarnos con su música, en efecto, nos hacen el mejor regalo que podamos recibir: el de comulgar con las expresiones que escuchamos en forma de sonidos, tonalidades, armonías y ritmos. Uno de los magos del ritmo fue el batería de los Rolling Stones Charlie Watts.

El background musical de Watts

Tal y como enseñaba la escuela psicológica de la Gestalt, para que haya figura que destaque es imprescindible un fondo. O dicho de otra manera, las grandes estrellas no serían nada en absoluto sin todos aquellos que pasan desapercibidos pero conforman el necesario contexto.

Junto con el bajista Bill Wyman, Watts proporcionó a los Stones una identidad rítmica cuyas influencias no sólo se anclaban en el blues, sino en el jazz. Watts fue, ante todo, un batería de jazz virtuoso y humilde al mismo tiempo, que en su justa medida aportaba ese contrapunto estilizado y elegante a una música de por sí tendente a la desmesura.

Quizás una de las canciones que del modo más nítido ha reflejado esta confluencia de locura y orden sea Midnight Rambler, basada en el estrangulador de Boston. Es el ritmo de Watts el que dirige la canción hacia el caos o hacia la armonía, hacia el orden o al desconcierto.

La versatilidad de Watts

Es posible que la mayor belleza resulte de esta insospechada combinación de elementos heterogéneos. ¿Cuál es el resultado de mezclar a músicos de rock y blues con un batería de jazz? En algunas de sus canciones se revela la magia de la improvisación jazzística, como escuchamos en Can’t you hear me knocking?

Charlie Watts supo llevar su versatilidad como batería a campos musicales que los Stones exploraron durante décadas. No sólo en el terreno del blues, rhythm’n’blues y rock’n’roll, sino en sus incursiones en estilos como el country y el gospel.

Sin duda, algunas de las joyas de mayor valor de Watts en la batería son aquellas canciones que no forman parte del catálogo de éxitos de los Stones, como Let it loose y Time waits for no one.

Incluso en plenos años 70 y bajo la influencia de Bob Marley, Watts adaptó su forma de tocar a los ritmos del reggae en numerosas composiciones de Jagger y Richards, así como a los ritmos disco.

Watts, maestro clandestino de ceremonias

La música, antes que nada, es ritmo, del griego rhythmos, un orden y simetría de sonidos que nos consuela de cualquier miseria y tristeza. ¡El mundo no es como debería ser, pero se inventó la música para atenuar nuestro descontento!

Y por ese ritmo la música es contagiosa e invita al movimiento del cuerpo, al baile y a la proximidad con los demás. El rhythm es una fuerza humanizadora, una manera de hacer comunidad.

Si usted alguna vez acudió a alguno de los conciertos de los Rolling Stones, recordará con feliz nostalgia los golpes de caja de Watts entre canción y canción. En el momento de las presentaciones de los miembros de la banda, el turno de Watts fue siempre de los más aplaudidos y celebrados: el público rendía así pleitesía a quien hizo de la canción Paint it, black un auténtico icono contemporáneo.

El regalo de Watts

Decía el filósofo Theodor Adorno que la esencia de la música no reside en que sea armónica o quiera expresar tal o cual emoción. Su esencia consiste, sencillamente, en que eleva el espíritu: es sólo música y por eso mismo es pura magia.

No hay arte alguno que la pueda igualar, como nos advertía Friedrich Nietzsche, y quizás no nos haga mejores personas como opinaba el compositor Penderecki, pero nos vuelve la vida más llevadera. Es el regalo de la música, su magia que nos señala la luna y nos dice que está allí arriba, al alcance aunque sea en forma de vana esperanza, como escuchamos en la fantástica experimentación de percusión de la canción Moon is up.

Y en una noche como la de hoy, en la que escucho uno tras otro los vinilos de los Stones y, más que nunca, aprecio cada matiz de la batería de Watts, estoy agradecido infinitamente por su música, por todas las noches en que encandilaba a miles de personas con su sencilla batería. Puede que sea una de las manifestaciones humanas que den sentido a este vaivén que es la vida. Y me pregunto por qué hay que esperar a la muerte de uno de los flautistas de Hamelín para escribir un panegírico como éste.

Sin duda, como cantaba Keith Richards, este lugar está ahora un poco más vacío cuando sabemos que uno de los grandes músicos contemporáneos nos ha dejado. Para quienes se mantienen voluntariamente o no en un segundo plano de la vida, Watts fue una inspiración por su humildad y genio. A la vez tan oculto, casi diría que escondido, y tan presente, Charlie Watts lograba prender con su mágica batería las efervescencias colectivas de quienes lo escuchaban.

Thanks Charlie, it was my pleasure!!

Antonio Fernández Vicente Murcia (1976), lector y músico, es Doctor en filosofía de la comunicación por la Universidad de Murcia (premio extraordinario de doctorado 2007). Profesor en la Universidad de Castilla-La Mancha. Autor de Ciudades de aire: la utopía nihilista de las redes (Catarata, 2016), entre otros libros y artículos científicos. Profesor invitado en las universidades Lumière Lyon 2, Sapienza di Roma, Bologna, Pantheion de Atenas y Urbino, así como en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. Director de decenas de seminarios sobre literatura, cine y música.

<strong>Fallece Charlie Watts, batería de los Rolling Stones</strong>
por Mercedes Arancibia

A los ochenta años, Charles Robert «Charlie» Watts, uno de los mejores baterías de su generación, ha fallecido pocas semanas después de anunciar que, por primera vez en su larguísima carrera en los escenarios, no iba a poder participar en la continuación de la gira «No Filter» –interrumpida por la pandemia- que los Rolling Stones están en vías de finalizar actuando en diversos escenarios de Estados Unidos.

Charlie convalecía de una intervención quirúrgica en un hospital londinense mientras sus compañeros, con ocho décadas del mejor rock a sus espaldas, le recordaban y le enviaban palabras de ánimo en cada una de sus apariciones escénicas.Charlie Watts

El más elegante del grupo -lo que le asemejaba más a los músicos del jazz que amaba y practicaba con frecuencia- que a la estética habitual en los grandes del rock y con un sentido del ritmo muy particular que ha creado escuela, Charlie Watts era una de las almas de los Rolling Stones, en idéntica medida que los otros tres miembros, al tiempo que un reputado y respetado batería.

Como decía el guitarrista Keith Richards en 1979 «todo el mundo sabe que Mick Jagger y yo somos los Rolling Stones. Si Charlie no tocara como toca la batería nosotros no seríamos los mismos y entonces se descubriría que Charlie Wattd ‘es’ los Stones».

Sí, lo mismo que sus compañeros, Watts hizo del trabajo diario en grabaciones y actuaciones durante casi setenta años, una opción de vida y, lo mismo que ellos, en los años ochenta tuvo que pasar por el calvario de redimirse del paso por el alcohol y la heroína, en cambio intentó siempre  mantenerse ajeno a sus «locuras» (divorcios, adicciones, detenciones y gritonas exhibiciones, según el inventario dibujado por el diario Daily Mirror, era el perfecto contrapunto de Mick Jagger y Keith Richards).

Y ha permanecido leal a Shirley Shepherd, la mujer con la que contrajo matrimonio en 1964. Al filo de los años, juntos se convirtieron en padres, abuelos y propietarios de una granja de caballos árabes en Devon. «Durante cincuenta años de caos, el batería Charlie Watts ha representado la calma en mitad de la tempestad Rolling Stones», escribían en 2012 en un tabloide popular británico.

Charlie Watts nacio el 2 de junio de 1941 en Londres. Hijo de un camionero, enamorado de las grandes leyendas del jazz como Charlie Parker o Miles Davis, y coleccionista desde muy joven de discos de 78 revoluciones por minuto (aquellos enormes círculos de bakelita), empezó a tocar la batería a los catorce años, trabajando en pequeñas formaciones de jazz hasta que en 1962 empezó a compaginar sus actuaciones con el grupo Blues Incorporated y un trabajo de grafista en una agencia de publicidad.

Autodidacta, aprendió a tocar de oído, escuchando a los músicos en los clubes londinenses: «Nunca fui a una escuela para aprender a tocar jazz. Eso no me gusta. Lo que adoro del jazz es la emoción».

Charlie Watts no fue el primer batería de los Rolling Stones. En el primer concierto del grupo, en 1962, ese lugar lo ocupaba Mick Avory, quien después se integraría en la banda de Kinks. La primera aparición de Watts con quienes después serían sus compañeros de por vida tuvo lugar el 12 de enero de 1963 en el Ealing Blues Club, y su primera grabación, un single que era una versión de «Come On» de Chuck Berry, salió en junio de 1963.

El primer éxito, que encabezaría todas las listas en el Reino Unido en junio de 1964 fue «It’s All Over Now». Un año más tarde, en mayo de 1965, «I Can’t Get No, Satisfaction», se situaba en cabeza en los hits de Estados Unidos y enseñaba al mundo lo que a partir de entonces era el grupo, en el que Watts destacaba no solo por su precisión rítmica, también por su rostro sereno e imperturbable.

Sus demostraciones de savoir faire y confianza en canciones como «19th Nervous Breakdown», «Beasts of Burden», «Get Off My Cloud», «Jumpin’ Jack Flash» o «Gimme Shelter» son, según los especialistas del semanario Rolling Stones, otras tantas «clases magistrales para baterías, que al mismo tiempo sirven y dan forma a la canción».

Nunca abandonó su pasión por el jazz. En 1986 se presentó con la Charlie Watts Orchestra, una formación de 32 jazzmen británicos; en 1991 puso en pie el Charlie Watts Quintet para grabar «From One Charlie…», un álbum homenaje a Charlie Parker que incluía el célebre libro infantil de los años sesenta «Ode to a Highflying Bird».

En junio de 2004, le diagnosticaron un cáncer de garganta que pareció superado; continuó actuando con los Stones y negándose a una retirada.

Ya hace cuarenta años que declaraba: «Quiero al grupo pero no es todo para mí. Siempre estoy pensando que en algún momento desaparecerá. De hecho, nunca creí que durara más de cinco minutos pero eran cinco minutos que pensaba vivir a fondo».

En otros momentos reconocía que le había asaltado muchas veces la idea de marcharse del grupo: «Al final de cada gira me marchaba, habíamos estado medio año recorriendo escenarios y me decís: ‘se acabó. Me marcho a casa’. Después, al cabo de dos semanas no sabía qué hacer, me empezaba a aburrir y a estorbar, y mi mujer me decía ’¿por qué no vuelves a trabajar ? Eres una pesadilla».

Contenido bajo Licencia Creative Commons 

The Conversation

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