Homofobia en el colegio: la mitad de los alumnos LGBT escuchan insultos homófobos

La orientación sexual distinta a la de la mayoría continúa sin aceptarse con normalidad en muchos colegios. (Foto: Freepik)

17 de mayo – Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia

Más de cuatro de cada cinco jóvenes trans se han autolesionado, al igual que tres de cada cinco jóvenes lesbianas, gais y bisexuales que no son trans.

Sylvie Pérez
Adrián Montesanto

Martes, 17 de mayo de 2022. «La orientación sexual distinta a la de la mayoría continúa sin aceptarse con normalidad en muchos colegios. Según un estudio de Stonewall, la organización benéfica para la igualdad de personas lesbianas, gais, bisexuales y transgénero (LGBT) del Reino Unido, la mitad de los alumnos LGBT escuchan insultos homófobos «con frecuencia» o «a menudo» en la escuela, algo que, en opinión de los expertos, es preocupante por ser un reflejo de lo que está sucediendo en la sociedad.

«Se puede oír un ‘maricón’ en un patio de colegio sin que el destinatario en ningún momento pueda ser homosexual, sencillamente porque no puede estar definida su orientación sexual todavía. Y se sigue diciendo de forma intencionada en edades adolescentes en cuanto se observan conductas que pueden sugerir una orientación homosexual», indica Sylvie Pérez, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. «Evidentemente, puede tener consecuencias negativas en la medida que el adjetivo se asimila a un atributo o condición negativa de la persona. Lo que están recibiendo es que todo aquello relacionado con la homosexualidad es negativo y despreciable«, añade.

Entre las consecuencias negativas de esos insultos, pueden llegar a encontrarse dificultades en relación con la salud mental. Como explica Adrián Montesano, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, «escuchar estos insultos a corto plazo puede tener como consecuencia la experiencia de exclusión, de marginalización y de estigmatización con respecto a su grupo de iguales, y eso es algo que genera un malestar significativo».

Más a largo plazo, hay otra consecuencia incluso más grave: la interiorización de la homofobia. «En ese sentido, ya no es necesario el estímulo de fuera, el rechazo, sino que se incorpora como un relato más con el que uno mismo convive, lo que puede conllevar otros problemas a la hora de aceptar la orientación sexual: cómo se desarrolla la identidad personal, dilemas internos en relación con la salida del armario en diferentes grupos sociales, familia… Una serie de cuestiones que pueden tener consecuencias en la salud mental», indica.

Una muestra de ello es que, según el citado estudio, más de cuatro de cada cinco jóvenes trans se han autolesionado, al igual que tres de cada cinco jóvenes lesbianas, gais y bisexuales, algo que los expertos relacionan con un sentido de autodesprecio que se genera tras un rechazo del entorno. «No es extraño que esto pase cuando los discursos sociales heteronormativos oprimen la libertad individual y la diversidad en la expresión sexual y de género, aunque autolesionarse no es un mecanismo que ocurra exclusivamente en la comunidad LGTBI», explica Montesano.

Menos homofobia en el futuro

A pesar de esta realidad, los expertos creen que se están dando pasos para que la diversidad se abrace con normalidad desde la infancia. Y así lo reflejan los datos. El estudio de Stonewall señala que hace diez años la proporción de alumnos LGBT que escuchaban insultos homófobos en el colegio era mayor: en 2012, eran siete de cada diez escolares quienes se encontraban en esta situación.

En opinión del profesor de la UOC, ahora estamos en un momento de multiplicidad de relatos, algunos más inclusivos y otros más heteronormativos o discriminatorios. «Desde una perspectiva histórica, no hay que perder de vista que hemos avanzado mucho en este terreno por dos motivos: primero, porque ahora estos datos pueden convertirse en noticia, cuando antes no serían algo noticiable, y segundo, porque en algunos contextos la diversidad está más normalizada; incluso puede darse el caso de que lo mainstream no sea ser heteronormativo, sobre todo en la etapa de la adolescencia, en la que la exploración de la identidad es una de las tareas vitales más significativas. Hoy en día vivimos más que nunca en un multiverso y en un multidiscurso, con ambas polaridades incluidas«.

Es el escenario que exponen estudios como el realizado por COGAM hace dos años, que señala que el 89 % del alumnado se muestra «nada de acuerdo con que la orientación afectivo-sexual deba ser ocultada», o que el 89 % de la población percibe a las familias homoparentales tan válidas como las demás familias. En ello ha podido influir que cada vez haya más modelos en la sociedad de éxito profesional y personal de personas que se declaran abiertamente LGTBI. Pero, sobre todo, es importante el papel de los profesores en las escuelas, clave para evitar situaciones discriminatorias derivadas de la condición sexual de cada uno.

«Por un lado, son autoridades del discurso. Los niños, niñas y adolescentes entienden a los adultos que tienen como referencia, como los profesores, como personas que legitiman o deslegitiman ciertos tipos de discursos. Además, creo que un papel coercitivo, de negación o de castigo, en cualquiera de los dos sentidos, no ayuda, sino que genera más problemática. Los adultos tienen que ser capaces de ser lo más inclusivos posible, de contraponer, hacer reflexionar y, sobre todo, argumentar», señala Montesano, que explica que no se trata de decir lo que es válido o no, sino de argumentar y, a partir de esa argumentación, legitimar o deslegitimar ciertos tipos de discursos.

«En la ética de las relaciones sexuales y amorosas nada podemos decir que es totalmente cierto; por eso no se trata de adoctrinar, sino de argumentar. El adulto debe tener la madurez necesaria para que, independientemente de su condición, orientación u opinión personal, sea capaz de abrazar esta diversidad argumental de la mejor manera posible y no ser cómplice, ni por acción ni por omisión, del discurso o el relato dominante homófobo o tránsfobo».

También desde casa pueden combatirse las reacciones homófobas. Como explica Sylvie Pérez, no se trata de dar una charla a los hijos, sino de «reflexionar sobre ello de forma muy íntima con uno mismo, para saber hasta qué punto de verdad respetamos a los demás sin juzgar su condición sexual. Es necesario que podamos exponer con sinceridad las dudas que tengamos y podamos formarnos, leer, pedir información…, para evitar caer en una perpetuación de esta discriminación», indica. Además, es imprescindible generar espacios de comunicación con los hijos de forma natural y adecuada a cada edad, añade la experta.

Una forma de hacerlo es, por ejemplo, usando los protagonistas LGTBI de series o películas como excusa para poder hablar acerca de la diversidad sexual. O asistir a eventos o contribuir con asociaciones a favor de la igualdad de personas lesbianas, gais, bisexuales y transgénero.

«Lo importante es visibilizar y legitimar cualquier forma de amar posible hoy día, que son muchas. Nunca antes en la historia ha habido tantas formas socialmente visibilizadas posibles de amarse», recuerda Montesano.

<strong>Todos somos homófobos: los doce comentarios que molestan a la comunidad LGTBI</strong>
por Leyre  Artiz

Cerca del 6 % de la población europea pertenece al colectivo de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales e intersexuales (LGTBI), según el estudio realizado por la empresa especializada en estadística Dalia. España se sitúa en segundo lugar, con el 6,9 % de población LGTBI, precedida por Alemania, donde se da el mayor porcentaje, con el 7,4%.

Foto: Tallie Robinson/Unsplash

Además, España es uno de los países donde más aceptada está la homosexualidad. En el informe The Global Divide on Homosexuality, elaborado por investigadores del Pew Research Center en 2013, se destaca que el 88 % de los españoles es amigable con los gais (gay-friendly).

Sin embargo, aún queda mucho por hacer. En 2017 en España se registraron 623 incidentes de odio contra personas debido a su orientación sexual o identidad de género, según el informe de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) titulado La cara oculta de la violencia hacia el colectivo LGTBI. Pero además de los delitos más graves, las personas LGTBI se enfrentan todos los días a reacciones homofóbicas que van más allá de las agresiones o los insultos. Son todas esas creencias aparentemente amables y paternalistas con la diversidad sexual, pero que esconden una homofobia latente. Son, de hecho, casi más peligrosas porque se llegan a emitir de forma bienintencionada.

Con motivo del Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia (17 de mayo), Maria Rodó, investigadora del grupo de investigación Género y TIC (GenTIC) de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), y Maria Olivella, antropóloga, politóloga y coordinadora de la Unidad de Igualdad de la UOC, analizan esas frases aceptadas y catalogadas como «no ofensivas» y que estos colectivos escuchan a diario, «porque todos somos un poco homófobos, aunque no seamos conscientes de ello», dice Olivella.

1. «¿Por qué no existe un día del orgullo hetero?»

Esta frase esconde un desconocimiento de la problemática LGTBI y una profunda homofobia. «Aunque se haya avanzado en visibilidad y derechos, aún queda mucho por reivindicar», afirma Maria Rodó. La cada vez mayor visibilidad del colectivo LGTBI ha conllevado un crecimiento de las actitudes homofóbicas. A pesar de que entre el 60 % y el 80 % de la violencia contra personas LGTBI no se denuncia, el estudio La cara oculta de la violencia hacia el colectivo LGTBI reveló que el número de delitos de odio e incidentes discriminatorios registrados en 2017 triplicó los del año anterior.

2. «Yo tengo una amiga lesbiana, yo tengo un amigo trans…»

«¿Y…?», responde Olivella; «ni la orientación sexual ni el género definen la totalidad de una persona». Con este tipo de frases se quiere justificar comentarios o actitudes homofóbicas. «Es como decir que como tengo madre o novia no soy machista», añade Rodó. Tener amigos de orientaciones sexuales diferentes o que hayan cambiado de género no implica una falta de prejuicios sobre estos colectivos.

3. «¿Quién es el chico (o chica) en vuestra relación?»

En una sociedad heteronormativa, explica Olivella, se da por supuesto que los hombres son masculinos y las mujeres son femeninas. Y estos hombres masculinos tienen relaciones con mujeres femeninas y al revés. Ciertas personas «cortocircuitan» cuando se rompe esa secuencia lógica. Así, en un esquema heteronormativo no puede haber una relación en la que no exista una de las partes, masculina o femenina, «algo que no tiene ningún sentido», dice.

Otro prejuicio a la inversa: «¿Por qué eres lesbiana si tu novia parece un chico?». Esta pregunta también se sustenta en esta concepción binaria de la sexualidad, explica María Rodó. «Que a una lesbiana le tenga que gustar una mujer muy femenina es una visión muy rígida», dice. Tampoco a los heterosexuales les gusta el mismo tipo de persona… Entonces, «¿por qué hay que reducir las opciones cuando hablamos de personas gais, lesbianas o bisexuales?».

4. «¡Los gais son tan divertidos...!»

Los estereotipos sobre cómo ser gay o lesbiana también son discriminatorios. «Aunque la frase “los gays son superdivertidos” pueda decirse como piropo», destaca Rodó, «vuelve a denotar una visión normativa y excluyente». Un gay muy masculino o una lesbiana muy femenina rompe con esa secuencia lógica «a la que nos tiene acostumbrados la heteronormatividad», añade Olivella. Quien no se ajuste a estos estereotipos no encaja en los esquemas mentales y, por lo tanto, no es aceptado.

5. «Esto es de maricas»

Otra consideración merece la palabra marica cuando se usa de forma peyorativa, en cuyo caso es obvia su connotación homofóbica. Además del consabido prejuicio que supone la generalización de un colectivo, Olivella denuncia que, en este contexto, se ridiculiza la condición de gay, se le achaca una masculinidad «deficiente e insuficiente».

6. «No hace falta ir pregonándolo»

«La heterosexualidad se pregona todo el tiempo y en todas partes. No es cierto que la sexualidad se mantenga en el ámbito privado», dice Rodó. «Se muestra en los restaurantes, el día de San Valentín, al ir por la calle de la mano, cuando una persona da un beso a otra…» ¿Por qué no van a poder hacer lo mismo las personas del colectivo LGTBI?

7. «No tengo nada en contra, pero…»

Los «peros» siempre intentan justificar cierto tipo de pensamientos, ideas, acciones, expresiones… Actualmente no es políticamente correcto expresar rechazo al colectivo LGTBI, así que el «pero» sirve de excusa: «Voy a decir algo discriminatorio y me vas a dejar hacerlo». Si después de la frase «no soy homófobo» se añade un «pero»… significa que sí lo eres.

8. «Estás confundido, cuando madures decidirás»

Esta frase, que se dice en muchas ocasiones a jóvenes y adolescentes, y sobre todo a personas bisexuales o a aquellas que no se sienten representadas por su género, implica un profundo rechazo. Tener unas preferencias cambiantes, además, no significa estar confundido. De hecho, la identidad sexual cambia y evoluciona hasta la edad adulta, según un estudio publicado en el Journal of Sex Research. Los investigadores analizaron a 12.000 estudiantes y descubrieron que los cambios sustanciales en las atracciones, parejas e identidad sexual son comunes desde la adolescencia tardía hasta los veinte años, y durante la década de los veinte.

9. «Ser gay o lesbiana vale, pero ser bisexual es vicio»

«Considerar vicio lo que es una opción sexual es claramente ofensivo», dice Rodó. Y además, «da a entender que a una persona bisexual siempre le falta algo», añade Olivella: «si a esa persona que en ese momento está con un hombre le faltaría una mujer, y viceversa», explica. Esta forma de pensar se basa en un arquetipo por el que las personas bisexuales tienen un perfil de personalidad inmadura y compulsiva. Este arquetipo contiene una gran bifobia dentro de sí mismo.

10. «¿Cuál era tu nombre de nacimiento?» (a una persona transgénero)

Esta pregunta es ofensiva por muchas razones. Pero es que, además, obliga a la persona a hablar sobre un tema íntimo. Es una cuestión muy común y denota ese morbo social tan extendido por lo diferente. «Pedir el nombre de nacimiento a una persona trans denota negarle la identidad que ha escogido y negarle también el proceso de transición por el que ha luchado», dice la coordinadora de la Unidad de Igualdad de la UOC.

11. «Si eres transexual, al menos no seas gay»

Cuando una persona cambia de sexo, no se le «permite» expresar su orientación sexual. Se vuelve a incurrir en la secuencia lógica de que si eres hombre te gustan las mujeres y al revés. Y si una persona ha cambiado de sexo, se le exige «ser coherente con él». «Pero la identidad de género y el deseo sexual no tienen nada que ver», explica Rodó. Esta visión rígida también «obliga» a las personas transexuales a transitar por los extremos y a no quedarse en opciones intermedias o tomar decisiones como no operarse, no hormonarse, etc.

12. «¿Eres hermafrodita?» (a una persona intersexual)

El colectivo intersexual es el más invisibilizado y el que mayor incomprensión genera en la sociedad. Equiparar hermafroditismo con intersexualidad es muy común, a pesar de que no tiene nada que ver. El primer término se refiere a la presencia simultánea de ambos sexos y es una característica normal en algunas especies de animales y plantas, mientras que la intersexualidad es una combinación de características sexuales menos común y no encaja al 100 % en las clasificaciones de sexo varón o sexo hembra. Hay muchas variantes: personas que tienen órganos sexuales internos o genitales ambiguos; personas que tienen una combinación cromosómica que no es XY (masculina) ni XX (femenina), sino por ejemplo XXY; personas que nacen con genitales que aparentan ser totalmente masculinos o totalmente femeninos, pero sus órganos internos o las hormonas que segregan durante la pubertad no se corresponden con los de ese sexo. Se calcula que entre el 0,05 % y el 1,7% de la población es intersexual, según Naciones Unidas. Y no es un problema médico, «por lo que no debería obligarse a las familias a inscribir y criar a su hijo intersexual como hombre o como mujer, aunque ahora mismo en el Estado español solo cabe la posibilidad de inscribirnos como hombre o mujer en el Registro Civil», comenta Maria Olivella.

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