Este tren no se detiene

por Carmen Arenas y Charo Gonzaléz


Érase una vez en una tierra llamada Andalucía donde algunos, a los que no se puede llamar hombres, vieron que las mujeres nos estábamos haciendo cada vez más libres, más felices, más sororas.

Un día, estos hombres decidieron unirse para que las mujeres volvieran a ser sumisas, dóciles y atrapadas en un mundo en los que ellos eran los dueños. Convencieron a unas cuantas mujeres (pocas, eso sí) de que crearían una sociedad donde volverían a ser dueños de la tierra y de sus seres. Y, por supuesto, de las mujeres.

Nombraron a doce hombres que se pusieron a  trabajar para quitarnos la libertad y pensaron.

-¿Y cómo hacerlo?

-Pues muy fácil -dijo uno que parecía muy estirado-. ¡Quitémosle la libertad de decidir!

– ¡Bien, bien! -dijeron todos.

Pero uno dijo…

.-¿Y cómo se quita la libertad? Hoy no hay esclavos.

– Pues las convencemos de que lo mejor que le pasa a una mujer en su vida es convertirse en madre.

– ¡Eso, eso! -gritaron otros-. Que tengan muchos hijos. Y que los cuiden.

-Pero ellas solas. Las convenceremos de que ellas los cuidan mejor -dijo otro mú estirao.

-Pues yo quiero que también me hagan las cosas a mí, dijo uno con la camisa abierta y sin corbata.

Se escuchaban aplausos, «¡Y a mí! ¡Y a mi!»

-¿Y si no quieren tener hijos? -dijo el más serio.

– Pues les quitamos la posibilidad de hacerlo. Quitémosle la posibilidad de abortar. Deroguemos la ley del aborto. Así, si las forzamos, se quedarán embarazadas, tendrán nuestros hijos, y tendrán que cuidarlos.

– Lo mismo se enfadan cuando la forcemos y se van a la policía y nos denuncian por violación o agresión o por pegarles para que se queden quietas y nos obedezcan.

– Eso sí es un problema -dijo uno que llegaba en ese momento.

– Jajaja -reía otro-. Pues decimos que es falso, que lo hacen para quitarnos todas las cosas.

– Mira que hay una ley que dice que a las mujeres no se les puede pegar, -volvió hablar el serio.

– Jajaja -seguía riendo el otro-.  Po’ esa se va con la del aborto. ¡A la papelera!

– Y a mí esto que me está gustando -dijo otro.

– Dicen que hay una ley de igualdad de hombres y mujeres; o algo así -dijo el que se había quitado la corbata- ¿Le damos también la patá?

Aplausos, berridos, gritos… Todos a una sola VOX.

Disfrutaban con sus gritos y aplausos. Creyendo que llevarían a las mujeres a ese mundo donde ellos gobernarían, mandarían a sus mujeres a casa, y tendrían sirvientes inmigrantes a cambio de una miseria; sin contrato ni Seguridad Social.

Pero no tuvieron en cuenta que las mujeres andaluzas también subieron en 2014 al tren de Les comadres de Barredos que frenó las paleolíticas ideas de domesticación de Gallardón. 

El tren de la Libertad lo llamamos.

Un tren formado por mujeres viejas, jóvenes, niñas, que no estaban dispuestas a perder su libertad de decidir. Decidir sobre sus cuerpos. Decidir sobre su maternidad. O su no maternidad. Mujeres que quieren estudiar o no. Casarse o no. Divorciarse o no. Juntarse y rejuntarse. Tener pareja hombre, mujer o ninguna. Ser ingenieras, escritoras, dependientas, camareras, camioneras o amas de casas.

El tren estaba la estación. Sólo hubo que echarle leña, llamarnos unas a otras, y empezar a rodar.

Señoras, señores… Con la felicidad no se juega. Si me quitas mi libertad y mis derechos, me quitas la felicidad.

El Tren de la Libertad sigue su marcha. Quien no esté de acuerdo, que no se suba. Pero este tren no se detiene. Porque yo decido.

¡Mujeres! ¿Os subís?



Charo Gonzalez, Responsable del Área de Feminismo  de IU.

Carmen Arenas, Área de Mujer y Políticias de Igualdad de CCOO.

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Revista onubense de actualidad, cultura y debate, editada por AC LAMDO, entidad sin ánimo de lucro inscrita en el Registro de Asociaciones de Andalucía con el número 4318 de la Sección 1. - Director: Perico Echevarría - © Copyright LAMDO 2017 / ISSN 2603-817X

1 Comentario

  1. hay una errata en «El tren estaba la estación. Sólo hubo que echarle leña, llamarnos unas a otras, y empezar a rodar.»
    quizás sería «el tren estaba EN la estación» o «el tren estaba, la estación» o…
    Buena Tribuna.

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