El campo sigue a la espera: sería la principal víctima de un recorte del presupuesto de la UE

Mientras los agricultores de Murcia y Extremadura protestan, la tijera se cierne cada vez más cerca de las ayudas europeas al campo.

Los líderes han ido tejiendo alianzas de geometría variable para cada política. En el caso de la PAC, el mayor aliado de Sánchez es Emmanuel Macron.

por Ivo André Alho

 

Tras dos días intensos de cumbre en Bruselas que culminaron en la noche del viernes, los líderes de los Veintisiete no consiguieron llegar a un acuerdo sobre el tamaño de la bolsa común del bloque para los próximos siete años. De momento hay fecha para un nuevo encuentro. El recorte al campo podría llegar al 14%.

A los frentes abiertos de la España rural se les ha sumado en los últimos días uno nuevo en Bruselas. Y es que mientras los agricultores de Murcia y Extremadura han cortado carreteras para protestar por los precios bajos que cobran por sus productos, la tijera se cierne cada vez más cerca de las ayudas europeas al campo.

Este viernes se daba por concluida una Cumbre Europea extraordinaria en la que los líderes de los 27 países de la Unión trataron de acordar el presupuesto a siete años de la Unión, el llamado Marco Financiero Plurianual (MFP) para el período 2021-2027. Un maratón de 30 horas de reuniones en todos los formatos (bilaterales, en grupo, con diferentes combinaciones de países…) en las que “no ha habido ningún avance”, en palabras del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez al finalizar la reunión.

¿Cómo puede afectar ese presupuesto al campo? La cuestión es que dentro de ese MFP se incluye el sobre de la Política Agraria Común (alrededor de un 36%) y también los Fondos de Cohesión (un 33%), que reciben las regiones más atrasadas del continente. Juntos, suponen dos tercios del presupuesto total del bloque. Y eso hace que estén en el punto de mira de todos los recortes.

Solo en 2018, los agricultores recibieron más de 5.500 millones de euros en ayudas. Y gracias a los fondos de cohesión, España obtuvo 39.800 millones de euros del período completo 2014-2020 para proyectos como infraestructuras de transporte, ayudas al empleo o sistemas de gestión de residuos.

La presión para recortar en PAC y Cohesión es doble. Primero, la salida del Reino Unido, uno de los principales contribuyentes, ha dejado un hueco de unos 10.000 millones de euros anuales. Eso hace que, si se quieren evitar recortes, todos los países tienen que aumentar su factura. Y cuatro de los estados que ponen más de lo que se llevan en fondos no están por la labor. Son Países Bajos, Suecia, Dinamarca, y Austria, que se han llamado a sí mismos el grupo de los “frugales”.

Segundo, los partidarios de la austeridad quieren darle más fuerza a otras prioridades como la investigación, la política industrial común, la protección de las fronteras y la gestión de la migración. En definitiva, la bolsa tiene todas las papeletas de reducirse y además debería dar para más políticas conjuntas. Y no hay sitio para todo.

La propuesta que tenían sobre la mesa los líderes al llegar a Bruselas marcaba un tijeretazo del 14% para la PAC, y del 12% para la cohesión. Aunque no se han hecho públicas las cifras exactas, algunas informaciones indican a que al final de la cumbre la propuesta que circulaba conseguía una pequeña concesión para los pagos directos a agricultores de unos 2.000 millones de euros en total, que en el cómputo global supondría una reducción del recorte al campo de unas pocas décimas. Nada sustancial.

Eso, a pesar de los esfuerzos del bando de los que quieren un presupuesto similar al que había antes del Brexit. Para ello, cada país tendría que contribuir de media con el 1,11% de su renta nacional bruta a la bolsa común. Defienden esa posición un grupo de 16 países, entre ellos España, Portugal y los países del este. Por su parte, los frugales quieren que esa aportación se mantenga similar a la actual, sin tener en cuenta el agujero británico, un 1% de la RNB. Una brecha de centésimas que de momento se ha mostrado insalvable.

Además, Alemania y el resto de austeros piden que se les mantengan los cheques de descuento a sus aportaciones de los que gozan ahora mismo. Algo que los otros quieren evitar, o al menos limitar.

Macron y Sánchez, aliados por la PAC

Si bien los dos bloques están bastante marcados, los intereses de cada capital no son iguales. Cada país pone más energía en defender las partes del presupuesto que más le interesan. Así que los líderes han ido tejiendo alianzas de geometría variable para cada política. En el caso de la PAC, el mayor aliado de Sánchez es Emmanuel Macron.

Con los chalecos amarillos apretando en casa, el presidente francés sabe que un recorte en los fondos agrícolas pueden volver a poner el país patas arriba y quiere evitarlo a toda costa. “Tenemos que acompañar a nuestros agricultores porque ellos alimentan al pueblo francés y el pueblo europeo”, afirmaba en una de sus declaraciones a la prensa durante la cumbre. A esa alianza hispano-francesa se le añade también el apoyo del primer ministro portugués, António Costa.

El tijeretazo a la PAC parece inevitable, aunque fuentes cercanas a las negociaciones afirmaban que Sánchez viajaba a Bruselas con el objetivo de que la PAC sufra “cero recortes”. Donde Macron y Sánchez están dando más batalla es en los pagos directos a agricultores, que suponen el 75% de la política agrícola europea.

El resto se destina a fondos de desarrollo rural, el llamado FEADER, para proyectos en el mundo rural con fines tan diversos como la mejorar la competitividad de la agricultura o la calidad de vida lejos de la ciudad. Una parte que gusta más a países con un mundo rural más reducido y menos dependiente en las ayudas, como Finlandia. Para contentar a todos, la propuesta del presidente del Consejo, Charles Michel, ya preveía una mayor flexibilidad entre esos dos pilares de la PAC, que parece haber calado.

Otro factor que puede cambiar la manera en que se reparten los fondos agrícolas de Bruselas es el porcentaje que estará reservado para proyectos verdes. El MFP provisional prevé que el 25% de todos los fondos vayan a parar a partidas que luchen contra la crisis climática, de una manera u otra. Los últimos papeles sobre la mesa podrían querer subir ese umbral hasta el 27%. Eso afectará a todo el presupuesto, pero de manera específica a la PAC, que podría ver un impulso a la agricultura biológica o las prácticas más respetuosas con el medio ambiente.

Si se recortará la PAC, cuánto y por dónde dependerá de muchos otros factores. El MFP es un compromiso complicado, con equilibrios tanto en la manera en que se financia, como en las partidas de gasto. Las posiciones están muy alejadas, pero esto aún no ha terminado. En las próximas semanas sonarán los teléfonos de los técnicos de los diferentes ministerios, y se verán los diplomáticos para hacer el trabajo sucio y buscar una vía para el compromiso.

Y cuando haya visos de acuerdo, los líderes se verán en una nueva cumbre en Bruselas, seguramente maratoniana, para intentarlo de nuevo. Hasta entonces, previsiblemente en unas pocas semanas, los agricultores tendrán que seguir cruzando los dedos por que los “frugales” se acaben ablandando un poco y que el mazazo al campo sea menos duro. El reloj corre, porque debería haber un acuerdo antes de fin de año.


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