Día Mundial del Braille: la dicha de poder leer

El 4 de enero de 1809 nació en Francia Louis Braille. Creador del sistema de lectoescritura para ciegos, permitió que estos salieran de la oscuridad y tuvieran a su alcance el conocimiento a través del relieve de los puntos.

Con motivo de la conmemoración de su nacimiento, la Unión Mundial de Ciegos convirtió este día, hace ya 20 años, en su día mundial, para concienciar acerca de las dificultades que tienen las personas que nacen ciegas o aquellas que tienen una discapacidad sobrevenida que cursan con ceguera. De igual forma, la ONU adoptó en 2006 la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, con el fin de promover los derechos y el bienestar de estas personas mediante la implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Actualmente existen más de 39 millones de ciegos, aunque las personas que pasan desapercibidas son aquellas que cursan con ceguera legal, es decir, baja visión. Estas no requieren el sistema braille para leer y sí ayudas ópticas; de hecho, si tienen restos visuales no es fácil que aprendan a leer con este sistema hasta que no pierden la vista. Muchas de ellas adquieren la ceguera a través de una enfermedad congénita, un accidente, el envejecimiento o los problemas asociados a otras enfermedades crónicas, como la diabetes.

El sistema de lectoescritura permite leer mediante la combinación de seis puntos con letra, figuras, símbolos musicales, matemáticos o científicos, que garantizan el acceso a la cultura a los ciegos. Louis Braille perdió la visión de su ojo derecho y, a los diez años, tras ganar una beca en la institución de Jóvenes Ciegos de París, aprendió el método de lectura Haüy que consistía en tocar los caracteres en letra negra resultados por un alambre de cobre en el otro lado de la hoja. Este método le permitió averiguar cómo leer pero no podía escribir. Por ello, cuando se convirtió en maestro, inspirado por el mismo método que utilizaban entonces los militares para escribir despachos, inventó el suyo propio, que hoy conocemos por método Braille, entrelazando los seis puntos.

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