De cuando se acabaron las vueltas de la noria

Don Galimatías

Pues aunque parezca mentira vamos hacia el tercer mes de haber tenido unas elecciones y no tenemos gobierno. Las elecciones se celebraron para conseguir un gobierno. Las elecciones se celebraron. Las elecciones aportaron un ganador que se confirmó en otras tres elecciones, es decir en cuatro procesos electorales aconteció ¡oh misterio! Que el ganador fue el mismo partido político y no de forma justa, sino de forma holgada.

No es menos cierto que ganar no significa gobernar en un sistema de democracia parlamentaria, pero en este caso la victoria ha sido rotunda, ya que se necesita un triple pacto de derechas para desplazar al ganador de las elecciones, es decir se precisa de todas formas el concurso de un partido de extrema derecha extrema, radical, agresivo, excluyente, machista, xenófobo, homófobo, autoritario, potenciador del patriarcado, de corte filofascista, con planteamiento dudosamente constitucionales, provocador, de ceño fruncido permanente, y que se sabe con el poder de tener “la llave”, teniendo una cosa superclara: no le gusta nada el resultado electoral y está en grata disposición para cambiar ese resultado empujando a los demás a que hagan su política. Así se pone en evidencia la cobardía manifiesta de estos grupos que esconden lo que van a hacer y se esconden de lo que hacen.

El panorama ha cambiado, es cierto que existe una posibilidad múltiple para obtener mayorías y depende de la habilidad negociadora y, sobre todo, de la flexibilidad para hacerlo. La derecha, toda la derecha, puede conseguir lo que las elecciones no le han otorgado, pero no les importa. Quieren el poder, su poder, y no están dispuestos a dejárselo arrebatar por los pordioseros de la izquierda. Así que si lo tienen al alcance de la mano, lo cogerán aunque sea al precio de pactar con un partido de corte filofascista.

No existe cultura del pacto en este país, los ganadores deben buscar el apoyo de otros grupos, se supone que afines. Pactar no es imponer, ni claudicar, pactar consiste en el difícil arte de subrayar lo que une y es común, resaltando su valor. A la par hay que minimizar las diferencias y las discrepancias, pero saber que existen y se respetan.

Por lo tanto el pacto incluye la actitud de convergencia en los que pactan con el reconocimiento del lugar, la representatividad y la responsabilidad de cada uno. Uno de los actores puede pretender lo máximo, está bien, pero el objetivo no es que él obtenga lo máximo sino que el conjunto de la ciudadanía, en este caso, obtenga lo máximo.

Acercarse al otro precisa de lealtad y discreción mútua. Implica reconocer al otro en el valor y lugar que le corresponde. La desconfianza es una característica que se debe neutralizar con el bien hacer, según el arte de cada quién. La confianza y la lealtad interactúan entre sí y se potencian, siendo de sumo agrado sus resultados, ya que fortalece a quien participa de estos valores. Se potencian cuando existe respeto y ganas de trabajar para conseguir un fin común y no para vanagloriarse de uno mismo.

Tras esa actitud positiva y de colaboración asertiva, debe incluirse los puntos fundamentales para el acuerdo. Se inicia por los que se encuentran más cercanos a ambos, los puntos fáciles en conseguir una postura conjunta consiguiendo un incremento de la confianza y de los deseos por seguir trabajando. Después, de forma paulatina, se van introduciendo los temas con dificultad creciente. Aquí la sutileza ante los matices es fundamental, sabiendo “aparcar” lo que resulte más escabroso. Así se va construyendo y puliendo un programa que puede incluir un tempograma para su cumplimiento, reuniones de seguimiento y evaluación de los resultados.

Con todo lo anterior por supuesto, llegada es la hora de asignar los actores de tal acuerdo. Tanto legal, como lógica y éticamente la responsabilidad del nombramiento de los puestos ministeriales es del Presidente del Gobierno. Por lo tanto se podrá pactar un número razonable de carteras para el pacto pero no cuáles ni quiénes serán los que las ocupen.

La tentación que surge es la lucha de egos entre los negociadores. El ego mayor no es quien más tiene, sino quien más entrega y quien más busca la síntesis dialéctica de forma positiva. En el consenso constitucional los temas con más dificultades quedaban aparcados por los denominados “padres de la constitución” y luego Guerra y Abril Martorell tejían la urdimbre del consenso definitivo. Interesante el papel de los tejedores de redes y zurcidores de rotos y desgarros.

No es de recibo que casi tres meses después y nos encontremos a escasos milímetros de la salida o que uno de los posibles socios esté poniendo palos en las ruedas de Asturias, La Rioja, Aragón o donde sea. Respetar la autonomía desde luego, contravenir los fundamentos de la confianza no parece lo más recomendable en estos momentos.

Tampoco resulta de lo más adecuado que se invadan las líneas de responsabilidad del que puede resultar como Presidente del Gobierno, quien va a defender sus competencias por pura lógica formal. El pacto no puede ni debe invadir las funciones y competencias asignadas de forma lógica.

No es cuestión de buscar “culpables” de la situación actual, porque culpables son todos los que hayan intervenido en estas labores. Por cierto la ciudadanía les pagamos para que lleguen a un acuerdo, puesto que el acuerdo es hacer política y de la buena. Si existieran elecciones, sería un fracaso del sistema, puesto que en sería la segunda ocasión que, en el curso de tres años, tienen que repetirse las elecciones y con escenarios y actores diferentes, por lo tanto lo que queda tocado es el sistema como tal que propicia tales entuertos irresolubles.

Queremos un gobierno de izquierdas liderado por el PSOE ganador de 4-elecciones-4, y solicitamos responsabilidad en el acuerdo, tanto en forma como en contenidos. Por ello nos movilizamos la ciudadanía, no puede cundir el desánimo, una vez más.


José Luis Pedreira Massa, Don Galimatías en La Mar de Onuba, es psiquiatra y psicoterapeuta de infancia y adolescencia. Prof. de Psicopatología, Grado de Criminología (UNED). Vocal de Consejo Asesor de Sanidad y Servicios Sociales

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