Crímenes sexuales ocultados por la Iglesia Católica: 1.356 páginas sobre Pensilvania, 2.300 sobre Chile

La Sede Apostólica conocía desde 1963 lo que ocurría en Pensilvania. En México eran conocidas y denunciadas públicamente las actividades criminales de Marcial Maciel.

El espanto que produce leer el contenido de los informes sobre crímenes sexuales de clérigos católicos sobre niños y adolescentes en Pensilvania y Chile, no exime de pensar en las realidades jurídicas y políticas de la Iglesia católica que se esconden tras el horror y el intento de limitar la responsabilidad a los criminales y sus encubridores directos. Soy cristiano, no cretino.

La Sede Apostólica conocía desde 1963 lo que ocurría en Pensilvania. En México eran conocidas y denunciadas públicamente las actividades criminales de Marcial Maciel. En Chile ya hacia lustros que se denunciaban y ocultaban conductas nefastas de clérigos criminales sobre menores y jóvenes. El ahora condenado Philip Wilson a arresto domiciliario por un tribunal criminal australiano, arzobispo de Adelaida, conocía y callaba sobre hechos similares en su diócesis. Lo mismo ha ocurrido, sin condena civil aún, con el anterior arzobispo de Oxaca. Entre 1963 hemos tenido seis pontífices en la sede de Pedro, si no cuento mal. Y unos cientos de cardenales de curia.

Se han ido conociendo hechos criminales en diócesis de Estados Unidos, de Inglaterra y Escocia, en Francia, Bélgica y Alemania. en Italia, España y Portugal. En la India, paises de Africa y de America Latina.

El cardenal Kelth O’Brien, creado miembro del Colegio cardenalicio por Juan Pablo II el 21.10.2003, arzobispo de St. Andres, acusado por cuatro clérigos de abusos sexuales, fue expulsado del mismo colegio el 20.03.2015.

El cardenal Theodore Mc Carrick, creado cardenal por Juan Pablo II, siendo arzobispo de Washington y ha sido recluido por orden del actual pontífice en una casa religiosa y apartado de sus funciones hasta la celebración de juicio por hechos criminales de pederastia cuando hace cincuenta años era cura de New York.

Hay 16 diócesis norteamericanas que se han declarado en bancarrota debido al coste elevadísimo de las indemnizaciones a las victimas en condenas judiciales o como efecto de acuerdos extrajudiciales.

Miles de niños y niñas, de adolescentes han sido victimas de los crímenes sexuales de clerigos católicos, hoy detallados en numerosos informes y sentencias. Victimas de sus sacerdotes católicos que podrían decir como en el poema Lala Rook de Thomas Moore, “desde la infancia he visto malogrados mis más caros anhelos”.

Así pues estamos ante miles de crímenes sexuales cometidos por clérigos católicos a lo largo de décadas que han salido a la luz pública gracias al tesón de las victimas y por la actuación de abogados y magistrados.Los gobernantes de la Iglesia Católica Romana ha ocultado sistemáticamente, consciente y diligentemente tales crímenes que conocían en muchos caso pormenorizadamente.

La maldad, la miseria moral, el despreció a la fe, la burla del Evangelio de Jesús, la utilización del nombre de Dios no solo en vano, sino con mendacidad y sarcasmo, de los que rigen la Iglesia y sabiendo han callado, corre pareja a la de los criminales autores de los delitos, amparados en confesionarios, secretos sacramentales, direcciones espirituales y cuidados pastorales.

Detrás del silencio está el poder, solo el poder. Se trata, se ha tratado y se seguirá tratando, de conservar el poder. El poder sobre los espíritus de los débiles que permite amenazar a los fuertes y ponerse al pairo de los poderosos. Aquí no se trata de moral, aquí no se trata de virtudes evangélicas. Aquí se trata de poder, de dinero, de colocaciones, de honores, de ideologías que permiten dominar multitudes y espacios de poder.

El cardenal Pell nombrado por este pontífice felizmente reinante como su mano fuerte en materias económicas, está estos días sometidos a juicio por encubrimiento de hechos criminales de clérigos en su época de obispo. El cardenal Madariaga que propuso un obispo coadjutor para suplirlo en sus frecuentes ausencias de Honduras, ha visto dimitir a este caballero acusado de abusos sexuales. Madariaga que preside Cor Unum el mecanismo humanitario Vaticano, va y viene a Estados Unidos para someterse a tratamientos altamente especializados al padecer un cancer de prostata. Los hondureños pobres huyen a USA en el tren de las bestias para sobrevivir.

El magistrado Robert Stone que ha presidido el juicio contra el arzobispo de Adelaida en Australia, le ha dicho al prelado condenado, hablando de la criminalidad de la ocultación: “Al ocultar el abuso, se demuestra que estás colocando las necesidades del perpetrador por encima del niño”.

Ese es el fondo de lo que viene ocurriendo. Las ruedas de molino al cuello que recomendó Jesús de Nazaret para los perpetradores han sido con el silencio y la mentirá colocadas por los jerarcas eclesiásticos al cuello de las pequeñas víctimas condenadas a llevarlas de por vida.