Brexit y el populismo, retos de la Unión Europea en 2019

Acaba de empezar un año que marca un antes y un después en la historia de la Unión Europea. Por primera vez un estado miembro pretende dejar de serlo y por primera vez la amenaza fascista llena de populismo y demagogia ha embelesado los oídos de unos ciudadanos europeos inmersos en la desafección a los partidos que han llevado a Europa a un nivel de desarrollo inconcebible después de que el populismo acabase literalmente con nuestros países en la Segunda Guerra Mundial.

Europa se enfrenta el próximo año al asalto del nacionalismo ultra contra las instituciones de la Unión Europea (UE). Las elecciones parlamentarias europeas de mayo son la gran batalla que esperan los partidos ultraderechistas y xenófobos para tomar el control o, al menos, conseguir una minoría potente que pueda bloquear las instituciones del grupo. Están convencidos que superarán a las derechas del grupo popular y del liberal.

Tras las derrotas de Marine Le Pen en Francia y de Geert Wilders en Holanda, y las victorias del Brexit en el Reino Unido o de la coalición Liga-M5S en Italia y del auge de la ultraderecha en la española Andalucía, los comicios europeos serán el termómetro para saber si los partidos tradicionales pueden todavía impedir el crecimiento de los nacionalismos populistas.

Tres grandes familias políticas tradicionales (democristianos, socialdemócratas y liberales), con la extrema izquierda y los ecologistas en segundo plano, buscarán al menos mantener su tamaño en el Parlamento Europeo, con el objetivo de que los nacionalismos, motivados por Donald Trump y por la victoria de Jair Bolsonaro en Brasil, no avancen. Contenerlos para que, en el peor de los casos, sigan como en la Eurocámara, es decir, haciendo ruido pero sin conseguir sacar adelante sus postulados. Los tres grupos apelarán a la historia de Europa para desinflar las expectativas.

La otra gran historia del 2019 europeo será el Brexit. El gobierno de Theresa May sigue braceando para convencer al Parlamento británico de las bondades del acuerdo de divorcio alcanzado con la UE y evitar así un salto al vacío. Hasta ahora, el Reino Unido enviaba la mitad de sus exportaciones a los otros 27 países de la UE y, en teoría, desde el 29 de marzo del 2019 dejará de ser parte de más de 700 acuerdos y tratados internacionales firmados por el bloque europeo, entre ellos el acuerdo comercial con países latinoamericanos como Perú, México o Argentina.

Las secuelas económicas están ya aquí; la economía del Reino Unido, así como la de Italia, es la que menos creció en Europa durante el primer semestre del 2019. Además, la libra esterlina ha perdido un 15% de su valor desde el referéndum del ‘brexit’, en junio del 2016. Y ahora quedan 21 meses de período de transición pactado tras el 29 de marzo del 2019 para cerrar toda negociación posdivorcio, es decir, el 1 de enero del 2021.

El Brexit es el primer paso atrás en la marcha de la UE tras décadas de ampliaciones de un club que pasó de 8 a 12 países, luego a 15, más tarde a 27 y al final a 28. Mientras varios países siguen negociando su adhesión (Serbia, Albania, Montenegro, Bosnia y Macedonia), la salida británica es, en simultáneo, un duro golpe y una buena noticia para la UE.

Perder a una de las diez primeras economías del planeta, de casi 60 millones de habitantes, con poderío nuclear y asiento permanente con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU no es una buena noticia. Pero Londres fue siempre el socio díscolo, el que impidió muchas iniciativas con su veto. El que veía la UE como una simple área de libre comercio y no compartía la idea continental de que la UE es, sobre todo, una construcción política que debe estrecharse más.

Las otras amenazas que se ciernen sobre Europa son un posible frenazo económico motivado, en parte, por las tensiones comerciales que genera el proteccionismo de Trump, que nunca vio con buenos ojos la unión de los países europeos. También hay expectativa por la evolución de una Italia que va de frente al choque con Bruselas: los presupuestos de Roma para el 2019 rompen con las normas fiscales de la Eurozona.

Bruselas también debe avanzar en un procedimiento que nunca usó, la aprobación de sanciones contra dos de sus miembros (Polonia y Hungría) por lo que en la Comisión Europa se considera una deriva autoritaria que pone en peligro el Estado de derecho en ambos estados.

Si a Hungría la protege que el partido gobernante sea parte del primer partido europeo, el conservador, Polonia solo se escuda en el veto húngaro pero las iniciativas de Varsovia contra la independencia judicial provocan urticaria en Bruselas.

La preocupación es tal que el ex primer ministro polaco y actual presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, llegó a advertir a principios de noviembre que la orientación política polaca podría acabar con el país fuera de la Unión… Sin comentarios.


Francisco Villanueva Navas, analista financiero de La Mar de Onuba, es economista y periodista financiero.

En Twitter: @FranciscoVill87

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