Acuerdo europeo: ¿todos contentos?

Escenario de la última reunión del Consejo Europeo especial. Unión Europea
por Eszter Wirth

Tras 90 horas de arduas negociaciones en una de las cumbres europeas más largas de la historia, el acuerdo financiero comunitario compuesto por 1,82 billones de euros llegó la madrugada del martes.

Pese a la satisfacción general que han mostrado los dirigentes europeos, las diferencias entre los países han sido evidentes y algunos programas comunitarios vinculados a la investigación, la salud y el cambio climático, sufren recortes.

Un paquete sin precedentes

Esta fue la primera cumbre europea tras la reapertura de los países a la que los dirigentes asistieron en persona. Con el signo de los tiempos a cuestas, el encuentro estuvo plagado de medidas higiénicas como el uso de mascarillas, reuniones en salas más grandes y delegaciones reducidas a 6 personas (frente a las 19 habituales).

El paquete financiero de 1,82 billones de euros se compone de dos partes: un fondo para la reconstrucción poscovid de 750 000 millones de euros y el marco financiero plurianual 2021-27 de 1,074 billones de euros.

El fondo de reconstrucción se divide a su vez en dos partes: 390 000 millones corresponden a subvenciones y el monto restante a préstamos a devolver. Mientras que el marco financiero plurianual se financia con las aportaciones de los Estados miembros y con los ingresos propios de la UE, el fondo de reconstrucción se financiará a través del endeudamiento conjunto de la UE en mercados financieros, un hecho sin precedentes. La amortización se llevará a cabo durante 30 años, pero no se ha especificado cómo.

Hasta ahora el endeudamiento conjunto había sido un tabú para países como Alemania o los países del norte, pero esta vez Angela Merkel estuvo dispuesta a recurrir a esta fórmula ante la gravedad de la crisis desatada por la pandemia.

En cambio, los cuatro países frugales liderados por los Países Bajos mantuvieron su resistencia.

¿Quiénes son los frugales?

Este grupo lo forman Países Bajos, Austria, Dinamarca y Suecia, a los que en el último momento se sumó Finlandia. Todos son contribuyentes netos al presupuesto comunitario y tienen unas cuentas fiscales más saneadas que la media de la UE y particularmente España o Italia, los dos Estados europeos más devastados por la pandemia.

Entre los frugales impera la creencia de que son las hormigas de la UE, mientras que los países del sur son las cigarras que malgastan el dinero común.

Su líder es Mark Rutte, primer ministro holandés, apodado “Mr. No, No, No” y culpable de la prolongación de la cumbre.

Rutte, que sigue viviendo en su modesto piso de soltero y utiliza la bicicleta como medio de transporte en La Haya, se muestra como un fiel reflejo de la austeridad. Se opuso desde el principio a las subvenciones a los países del sur y hubiera preferido que el fondo de recuperación estuviera conformado únicamente por préstamos.

Una idea compartida por dos tercios de los votantes holandeses, a los que Rutte quiere complacer para no perder su ajustada mayoría en las elecciones del próximo mes de marzo.

Muchos analistas recriminan a Holanda y a los otros frugales su falta de solidaridad. Pese a ser contribuyentes netos, son los que más se han beneficiado del mercado común, al ser países exportadores de pequeño tamaño.

Además, Holanda es acusada de dumping fiscal (competencia desleal), que favorece a grandes empresas y desvía importantes sumas de ingresos públicos sobre todo de Francia, Alemania, Italia y España.

Triunfo parcial de los rebeldes

En este acuerdo los frugales consiguieron una victoria parcial al reducir el componente de subsidios del fondo de recuperación.

Mientras que la propuesta inicial de Merkel y Macron contemplaba 500 000 millones de euros de subvenciones y 250 000 millones de préstamos, en el acuerdo final esta relación quedó en 390-360 respectivamente.

Además, han conseguido un aumento en la porción de aranceles comunitarios que pueden destinar a sus presupuestos nacionales, una medida que favorece a Holanda gracias a sus grandes puertos marítimos.

Otro grupo de miembros rebeldes que obstaculizaron las negociaciones fueron los países del este de Europa. Un requisito planteado para poder disfrutar del fondo de recuperación es el respeto al estado de derecho, concretamente la separación de poderes y la lucha contra la corrupción.

No obstante, los primeros ministros de Hungría y Polonia, conocidos por sus derivas autoritarias y por favorecer a sus amigos en el reparto de los fondos comunitarios, se opusieron claramente. Para evitar rechazos adicionales entre los socios, dichos requisitos de vigilancia se han descafeinado.

Todos satisfechos pero con reservas

Pedro Sánchez ha calificado el acuerdo financiero como un auténtico Plan Marshall contra la covid-19. España recibirá 140 000 millones de euros, de los cuales 72 700 corresponderán a subsidios y 67 300 a préstamos.

El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, declaró que el fondo de recuperación permitirá a Italia “cambiar la cara”. Su país recibirá 209 000 millones, de los cuales 81 000 serán subvenciones y 127 000 préstamos.

En cuanto a los frugales, Sebastian Kurz, el canciller austríaco, ha calificado el acuerdo como un “buen resultado para la UE y Austria” y ha agradecido el apoyo de sus socios frugales.

Por su parte, Rutte estuvo menos entusiasmado y se negó a calificarlo de histórico.

El Grupo de los Verdes/Alianza Libre Europea denunció que el acuerdo llega a costa de reducir los fondos destinados a la investigación y contra el cambio climático.

Finalmente, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen lamentó los recortes sufridos en el camino del acuerdo (la Comisión había propuesto un MFM de 1,1 billones), así como los realizados en algunos programas europeos, como EU4Health, Horizon o el Fondo de Transición Justa. No obstante, afirmó que se trata de un “importante paso hacia la recuperación”.


Eszter Wirth, Profesora de Economía Internacional (ICADE), Universidad Pontificia Comillas. Profesora asociada en la Universidad Pontificia de Comillas. Máster y Doctorado en Economía Internacional y Desarrollo con Mención Europea por la Universidad Complutense de Madrid. Licenciada en Economía con Premio Nacional de Fin de Carrera. Ha trabajado en la Organización de las Naciones Unidas y en la Comisión Europea.
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